Supongo que hoy tocaba hablar de Camps, de sus trajes, de sus gestos, de su cinismo sin límites y de su sonrisa vertical, pero las noticias escalofriantes que llegan de Africa obligan a dejar el caso para otro día. Y es que Somalia se muere literalmente de hambre. Los datos que llegan de las agencias humanitarias son tan abrumadores que no nos permiten hacernos una idea real de la dimensión de la tragedia.Cuando se publica que 10 millones de personas están al borde de la hambruna, que se están produciendo desplazamientos masivos de personas a causa de la mayor sequía en 60 años o que cientos de niños están muriendo de….hambre, nuestra imaginación simplemente no puede hacerse una idea del horror que esto supone.
Desgraciadamente no estamos ante un cuadro nuevo, sino ante el agravamiento de una situación que se repite cada cierto tiempo. Sin embargo, la propia Naciones Unidas reconoce que el cambio climático está generando un agravamiento de esa situación crónica. La impredecibilidad de las lluvias y sequías es cada vez mayor, repercutiendo ello gravemente en poblaciones que dependen directamente de su pequeña producción agrícola o ganadera. “La población es más vulnerable, llueve de manera imprevisible, por lo que no pueden aprovechar la llluvia para las cosechas” aseguran.
La fuerte subida del precio de los alimentos básicos, causada en gran parte por el hecho de que la especulación se ha irrumpido también en el mercado alimentario, y en otra parte por las malas cosechas precisamente causadas por condiciones climáticas anómalas, agrava aún más una situación ya de por sí crítica.
Más allá de ayudar y apoyar a aquellas organizaciones que, como Intermon/Oxfam, están activamente combatiendo la tragedia sobre el terreno, se hace necesaria también una reflexión profunda sobre los impactos del cambio climático sobre millones de personas. Seguir ignorando esta realidad es una grave irresponsabilidad.
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