El juez Silva quiere cambiar de poder

 

No es el primer caso, ni será el último en que un juez pretende cambiar de Poder.

Ya lo hizo en sus tiempos Garzón y lo pretende ahora el juez Silva.

Hay, sin embargo, diferencias. Garzón, dentro de sus extravagancias, actuaba con más sentido común y arropado por lo poderes fácticos; el juez Silva actúa por libre y alocadamente.

Pretende hacer acopio de fondos para su campaña utilizando métodos extravagantes y, además, no se cotiza muy caro: 20 euros el autógrafo, 25 euros por charlar. En la cena se pasa: 300 euros. ¿Quién sería capaz de soportar a este señor durante toda una cena y, además, pagar por ello?

 

La sociedad es, sin embargo, compleja y justo es decir que el juez Silva tiene sus seguidores, principalmente preferentistas que lo ven como el héroe que se enfrentó a los poderosos causantes de su ruina.

En realidad, todos tenemos algo de jueces. El sentimiento de justicia anida en cada uno de nosotros.

Quizá por ello debamos preguntarnos -como hace mi admirado Gómez de Liaño en un reciente artículo-: ¿cuáles son las claves del oficio de juzgar?, ¿en qué debe diferenciarse el juicio del pueblo del juicio del juzgado profesional? Solamente en el conocimiento de la ley y en la observancia de los procedimientos. De ahí que el juez Silva vaya a ser condenado por los jueces profesionales y divinizado por determinados ciudadanos.

 

Hubo un tiempo en que la figura del juez era admirada por la sociedad como algo preciado y lleno de virtudes. El ciudadano se movía por sentimientos que tendían a respetar al juez. Hoy los tiempos han cambiado. Los ejemplos que nos ofrecen determinados jueces contribuyen a este cambio.

Flaco favor les está haciendo el juez Silva a sus compañeros de profesión, y más flaco aún a los que, como él, accedieron a la judicatura por el cuarto turno.

El propio Gómez de Liaño le da un consejo: sea el jurista medido en las palabras, justificado en lo que dice, actúe con ciencia y conciencia en el examen de los pleitos ajenos y propios y no tenga gestos esperpénticos, pues mucho daño hacen estos rasgos a su crédito.

 

 



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