Los pobres escritores (digo lo de pobres por un gran número de nosotros que no ganamos con la venta de libros ni para pagarnos un desodorante), el día de hoy, con suerte, puede que vendamos un par de libros porque los compren personas que no pertenecen a ese numerosísimo grupo de tramposos desalmados (se calcula que el 80 % de los libros que se leen en este país han sido descargados ilegalmente).
Un servidor, que lleva la tira de años trabajando en empleos que dan para comer modestamente y que escribo libros quitándome horas de sueño y de dedicación a mi sacrificada familia, les ruego, les suplico, les imploro, queridos amantes de la lectura que, por lo menos el día de hoy compren algún libro, y se lo compren a alguno de los autores no consagrados, de los autores que no tienen más recompensa a su ímprobo esfuerzo de escribir, que la ilusión de contar esas mil maravillosas chispas que la vida les ha reglado.
No sigan la corriente de enriquecer cada vez más a los que ya son ricos gracias a promociones millonarias y a editoriales más millonarias todavía. Ayuden a los escritores que no son famosos y que, en realidad son los más auténticos, lo que escriben por amor al arte.
¡Qué tengan un feliz Día del Libro!