Venezuela está viviendo el “Risorgimento” de su unidad como pueblo. Son estos tiempos difíciles; cuidado: no finales, las convulsiones pasarán aún con el sufrimiento padecido. Alguien escribirá una especie de “Evangelio de la Santa Carabina”, mientras el pueblo irá al encuentro de una nueva senda emancipadora.
Entretanto, hablemos de música, templemos el alma, arrullemos el espíritu, usemos las cacerolas para obtener notas de libertad y con ese anhelo, apasionado y apasionante, no todo estará – ni mucho menos - perdido.
Hoy Giuseppe Verdi puede servir como apoyo moral a lo que lo tantos millones de venezolanos desean. Nació en Le Roncole, localidad a siete kilómetros de Busseto de Parma, tierra italiana en aquel tiempo de 1813 gobernada bajo los pies de Francia y que tanto significado patriótico tuvo en la vida del artista.
Verdi es la revolución italiana en el camino de hacer una nación cuando el pueblo entonaba sus piezas como banderas de libertad. Sólo habría que recordar que Constitución y Democracia eran conceptos prohibidos en aquella Italia desmembrada.
Lombadía y Véneto eran provincias del Imperio austriaco; Nápoles y Sicilia se encontraban en manos de los Borbones; el poder del Papa alcanzaba hasta las legaciones del Adriático, y sólo Piamonte, Saboya, Génova y Cerdeña, conformaban un pequeño reino con dificultades al momento de avalar futuras tierras unificadas.
Pocas veces un genio humano fue a su vez tantos valores juntos. Hay razón cuando se dice que el siglo de Verdi fue una canturía inquieta, colosal, donde la creación artística se unió al sentimiento de una patria rota que necesitaba unidad.
Un crítico escribió: “Los años en que al maestro de Busseto le tocó componer, escribir, amar, pero ante todo ser político, han sido los de un huracán levantado sobre una Italia que, si no hubiera tenido a Verdi, hoy su música hubiera sido menos universal, y eso que esa heredad ha dado genios sobre partituras sublimes.”
Nuestro oído es sordo al pentagrama de la música, y con todo sentimos hacia ella un aprecio hondo, y a despecho de la ignorancia que nos envuelve, nos emocionamos al escuchar las voces de una soprano, tenor o bajo, así como el sonido de una flauta o las notas de un piano.
¿Y la Venezuela de ahora mismo? Esperando el “Risorgimento”.
Cuenta con una juventud musical extraordinaria que le llevó a recibir el “Premio Príncipe de Asturias de las Artes”. El Principado tal vez deba recordar los conciertos de unos jóvenes con una preparación armoniosa sorprendente.
Hoy, parte de esos muchachos están en las calles de Venezuela pidiendo libertad a un régimen dictatorial de corte marxista. Más de tres docenas han muertos ensangrentados. Han detenido a cientos y aún así, siguen – van a cumplir tres meses – luchando contra el oprobio de un gobierno malévolo.
Asturias debería recordarlos, apoyarlos moralmente y sentir hacia ellos orgullo ante la bravura que les envuelve.