Soy uno de los muchos ciudadanos que les gusta el futbol (qué le voy a hacer, conozco aficiones bastante peores) y estoy pendiente de todos los resultados que se dan en los partidos que se juegan en la primera división, (en la actualidad práctica-mente todos los días de la semana). Hay un par de equipos que son mis favoritos y me alegra cuando ganan y me contraría cuando pierden. Esto es normal en mí, pero no lo es en una gran mayoría de seguidores de este deporte (que alguna vez, mucho tiempo atrás, parece ser calificaron de noble), por lo que dicen los medios de comunicación fanatizados, partidistas y energúmenos en bastantes casos.
Comento esto porque se está llegando a un punto en que todos o casi todos esos medios con audiencias muy importantes, no hablan más de futbol, de jugadas magníficas, de técnicas depuradas en el manejo del balón, de pirueta circense, de malabarismo incluso, sino que hablan casi exclusivamente de los árbitros. Y se es benevolente e incluso mentiroso cuando se justifica que los árbitros han podido to-mar durante un partido alguna decisión a favor del equipo de sus amores y se con-dena sañudamente, incluso con insultos muy graves (condenablemente graves), al árbitro que creen ha perjudicado a su equipo sin importarles, al hacerlo, faltar a la verdad y a la justicia. Y repiten miles de veces en moviolas televisivas esos errores posibles (a menudo inexistentes) en los cuales el juez de una contienda ha tenido que decidir una falta, una jugada, en una fracción de segundo sin contar con ningún medio técnico aparte de sus ojos. Para ellos no hay moviola ni repaso miles de veces de la jugada supuestamente errónea.
Señores fanatizados, por favor, dejemos tranquilos a los árbitros porque ellos se equivocan como nos equivocamos todos los mortales, para bien o para mal, y ha-blemos de fútbol que es un deporte emocionante, viril, habilidoso y bello a los ojos de aquellos que lo aman de verdad.
Advertencia: Haré oídos sordos a todos aquellos que me pongan a parir.