Dirán aquello de que "no tengo abuela", pero yo desde el pasado mes de enero ya sabía a quién nombraría Mariano Rajoy como cabeza de lista del Partido Popular a las próximas elecciones europeas. Yo, dejando a un lado eso las estrategias -la persona más adecuada, una persona rompedora, un político con gran futuro, alguien con altura de miras, un aire nuevo en la defensa de los intereses de España y los españoles- siempre fui consciente de que todo se trataba de un paquete de humo del que, una vez abierto, solo podría aparecer la figura oronda del hasta ahora ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.

Decía al principio que desde enero yo sabía quién sería el elegido. En ese mes escribí un artículo, en este mismo medio, en el que bajo el título de "Algo está cambiando en el Partido Popular" ensalzaba a Miguel Arias Cañete tras haber adoptado una medida transcendental y de gran calado social, pensada de una forma no partidísta y que concitó el consenso y la aprobación del conjunto del arco parlamentario y de toda la sociedad. Tal medida no fue otra que la referida al nuevo etiquetado del jamón.

El que en estos momentos, cualquiera -desde los más ricos y pudientes, como los banqueros o los políticos, hasta los más pobres, como parados de larga duración, parados sin futuro, buscadores de primer empleo, desahuciados, trabajadores a tiempo parcial, etc.- pueda distinguir, sin ningún tipo de discriminación, la diferencia entre un jamón etiqueta negra de uno de etiqueta roja, o uno con precinto verde de otro con precinto blanco, ha sido el logro personal y definitivo en el que se fijó Mariano Rajoypara decidirse por Arias Cañete como el más adecuado de sus colaboradores para representar sus ideas en Europa.

Para Arias Cañete, buen comedor, un jamón es un jamón; para Rajoy, el estratégico indeciso, Arias Cañete es un político "etiqueta negra" dentro del Partido Popular, en donde la normalidad es que, según la evaluación de las encuestas, la mayoría de sus componentes son de "precinto blanco".