Modernistas

Dos jóvenes en una cama muy deshecha y oliendo a los fluidos que han desprendido sus ardientes naturalezas en la batalla sexual que han mantenido durante horas.

         Él: —Joder, tía que gozada. Me has dejado más exprimido que a un limón.

         Ella: —¡Guau, he disfrutada como una guarra en un charco, tío! ¿Quieres que volvamos otro día a darnos un nuevo revolcón bestial?

         Él: —Por mí sí, tía. ¿Mola el viernes de la semana que viene?

         Ella: —Mola, tío. Me voy a ir. Mi madre no me perdona que no esté en casa los sábados a la hora del desayuno.

         Él: Yo no tengo ese problema, vivo independiente. Conseguí que mi viejo me comprase este apartamentito.

         Ella: —Un apartamentito es lo que vengo pidiéndoles a mi vieja desde hace siglos, sin conseguirlo.

         La joven se viste. Muestran agotamiento sus movimientos. Una sonrisa de saciedad curva sus labios.

         El joven la observa y piensa que ha merecido la pena conocerla. Pero no está seguro de querer repetir con ella. Hay tantas mujeres en el mundo, que sería una tontería por su parte hacerlo. La joven piensa lo mismo que él. No le dará su número de teléfono y habrán terminado.

         Ella: —Chao, tío. Ha sido un placer hacerlo contigo.

         Él: —Lo mismo digo. Chao, tía.

         Ella llega a su casa justo cuando su madre está colocando sobre la mesa de la  cocina cubiertos y servilletas de papel. Huele a pan tostado, a tortilla francesa y a beicon frito. Se sienta a la mesa bostezando ostensiblemente.

        Su madre demuestra alivio de tenerla de nuevo en casa y también interés:

        —¿Qué tal lo pasaste anoche, cariño?

        —Muy guay, mamá. Conocí un tío que está de bueno que quita el sentido.

        —¿Cómo se llama?

        —Mamá, ¿a quién le importa eso?

        —¿En qué trabaja?

        —No lo sé, no se lo he preguntado —con aburrimiento mientras unta con mantequilla una tostada.

        —¿Es religioso?

        —Mamá, ¡qué más da eso!

        —¿Y sus ideas políticas? ¿Es de izquierdas, derechas, centro?

        —Mamá, estás muy antigua, pero muy antigua —acusa y censura.

        Su madre asiente con la cabeza y reconoce que lo que acababa de afirmar su hija es muy cierto y que además de antigua se siente desdichada y preocupada por el incierto futuro de su hija. A ella sí le importan todas las cosas que no le da importancia su hija.



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