Se lo dijo a Marta con claridad."Yo soy la resurrección y la vida". Y es que Jesús no venía a prolongar unos míseros años a los hombres, venía a traer la vida en plenitud que se realizaría en su resurrección gloriosa. Y para tener esa vida la fe era decisiva.
Luego se acercó al sepulcro y ordenó quitar la piedra. Y mientras unos hombres la hacían rodar, una montaña de silencio los envolvió a todos. Y se oyó un grito fuerte:"Lázaro sal fuera". Y su amigo con el calor de la vida en el cuerpo se incorporó a este mundo.
Ahora, era la gente que se había quedado maravillada, muda, inmóvil. Y, otra vez, se escuchó la voz serena de Jesús: "desatadlo y dejadlo ir". Y Lázaro estrenó su segundo trozo de vida, "viviendo de veras", porque sabía lo que era la muerte.
El evangelista cierra el relato con los fariseos dispuestos a acabar con Jesús. Ellos saben que no es impostor, por eso es peligroso. Y es que Jesús se atrevió a dar todos la vida en plenitud, la vida eterna, sí creemos en él como hizo Marta.