Las radiales de la impunidad

Cada vez que tengo que bordear Madrid, para seguir camino hacia el Este o el Sur de la península, me planteo si utilizar la M-30, la M-40, o la M-50. Al final siempre me he decidido por la M-50. El motivo: la M-50 es una de las compensaciones que el Estado pidió a las grandes constructoras adjudicatarias de las obras de las famosas radiales de Madrid. Vamos, que yo utilizo la M-50 con el ánimo de ayudar anímicamente al Ministerio de Fomento, o como se llame, para que, al menos, vea la autovía ocupada.
Las que no están ocupadas, parecen un erial, son las radiales. Por ellas ya no pasan ni las liebres. En época de vacas gordas en la que el presidente, José María Aznar, y su ministro, Francisco Alvarez Cascos, ayudaban a las grandes constructoras (¿a cambio de qué?) como ACS, Sacyr, FCC y OHL, por citar algunas, a obtener grandes beneficios construyendo autopistas radiales innecesarias y adjudicándoles su explotación durante 50 años, no se explicaba al contribuyente que si esos contratos de explotación fracasaban sería el Estado, seríamos todos los ciudadanos quienes nos haríamos cargo de dicho fracaso.
Estos días, aunque ya viene de largo, se está hablando de que la quiebra de las radiales de Madrid obligará al Estado a asignar para su rescate, de las arcas públicas, unos 4.500 millones de euros.
La próxima vez que tenga que bordear Madrid me lo tengo que pensar y, aunque pierda algo de tiempo, quizá no utilice ni la M-50 ni, por supuesto, las autopistas radiales. Si lo hiciese igual me quedaría el mal cuerpo de que estoy colaborando con el Gobierno liberal de Mariano Rajoy que, para ayudar y rescatar a sus "amiguitos del alma", recorta la sanidad, la educación, la justicia, las políticas sociales, hundiendo en la miseria, sin el más mínimo remordimiento, a millones de españoles.



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