“Desde el monte Gurugú…”

 

La muerte de 15 inmigrantes en las proximidades de la playa del Tarajal(Ceuta) cuando intentaban pasar a España ha puesto nuevamente en evidencia el drama de la inmigración en toda su crudeza y las dos realidades tan adversas que separa el Mediterráneo: en una orilla, las tierras que manan leche y miel, progreso, futuro y bienestar; en la otra, miseria, desesperación, desprecio al ser humano y muerte, y ha evidenciado que después de las tragedias que asolaron el Canal de Sicilia, Lampedusa el pasado verano, la Unión Europea sigue sin tomar cartas en el tema, y a lo máximo que accede es a pronunciar unas hipócritas palabras de condolencia, cuando no  imprudentes, o promesas de  futuras reuniones, con un calendario muy abierto, expuesto a todo tipo de variables,  para estudiar el tema.

 

Una vez más ha tenido que ocurrir una tragedia para evidenciar que existe un problema y este no es otro que la persistente inmigración que atenaza nuestras fronteras, provocado por muchos factores, especialmente por la desigual distribución de la riqueza y el uso que de ella se hace. Ahora que se habla de mejoras macroeconómicas, de disminución de la prima de riesgo, es de justicia reconocer que el colectivo más castigado por la crisis es el de los inmigrantes y basta para ello patear nuestras calles o tomar unos vinos y comprobar que en menos de media hora se han dirigido a ti más de siete inmigrantes, principalmente subsaharianos, convertidos en hombre-bazar, con sonrisa dulce y persuasiva, que con el máximo respeto, nos ofrecen sus típicos productos de temporada: Cds, pañuelos, relojes, camisas, bolsos…y ruegan o imploran nuestra compra, nuestra ayuda. Cada vez es mayor el cosmopolitismo de nuestras calles y la cultura que transitan por las mismas.

 

Hoy el Monte Gurugú, testigo de muchas tragedias españolas- como la  del Barranco del Lobo- e  inspirador de la bella marcha militar titulada “La toma del Gurugu” del maestro Pascual Marquina Manso, se ha convertido en símbolo de la esperanza humana al albergar en sus bosques a multitudes de inmigrantes subsaharianos- se habla de más de mil- que a pesar de los pesares, hambre, frío, concertinas, miedo,  heridas y  muchas tentativas fallidas- hay quien ya lleva veinte intentos- aún mantienen la ilusión de encontrar una Europa  mejor que compense tanto ultraje, tanto desprecio, tanta miseria humana y como único arma de combate, su móvil.

 

Ya no podemos quedarnos de brazos cruzados. Algo tenemos que hacer y ninguna administración puede omitir auxilio - ¿ya se ha elaborado el Plan de Integración de la Inmigración aprobado por unanimidad de todas las fuerzas políticas en el Pleno de la Junta General del Principado el 11 de abril de 2.008? -, aunque de todos es sabido que la máxima responsabilidad es de la Unión Europea. ¿Cuándo querrá reconocer el problema? ¿No son bastantes los 6.200 personas que han muerto en el llamado Canal de Sicilia desde el año 1.994 hasta la actualidad? ¿Cuántos inmigrantes han muerto en aguas de nuestra jurisdicción? Se desconoce su número, pero seguro que hablamos de miles desde la época del efecto llamada o “Papeles para todos”.¿Cuántos tienen que morir para tomar medidas?…El honor y la dignidad humana de las personas hacinadas en el Monte Gurugú nos dicen que la inmigración es un tema de Estado, y que los partidos serios y responsables, con auténtica vocación de Gobierno, deben ponerse de acuerdo y arbitrar aquellas medidas que puedan paliar el problema, que seguro que las hay, independientemente de la responsabilidad europea de todos conocida. Esas mismas personas nos piden que no practiquemos  la globalización de la indiferencia, denunciada por el Papa Francisco en Lampedusa, y esperan que Su Santidad no tenga que repetir nuevamente :¡Qué vergüenza!

 

No quiero concluir este escrito sin felicitar a la Fundación Marino Gutiérrez por la sensibilidad demostrada al otorgar el Premio a los Valores Humanos 2.013 a la “Asociación Proinmigrantes Intérvalo” .



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