El desolador imperio de la sequía

El dantesco y polvoriento panorama que desde hace algunas semanas muestran los medios en las sabanas del departamento de Casanare, es sólo un nefasto reflejo de lo que puede pasar en otras regiones del país.

 

Los más de 20 mil animales que sucumbieron ante el inclemente calor, y los más de 42 grados de temperatura que a diario se padece en esta parte de los llanos, se están repitiendo en otros departamentos, como el caso del Atlántico, en municipios como Sabanalarga, o Cabrera y Los Santos en Santander, lugares donde más de 15 mil reses están en malas condiciones, debido a la ausencia de pastos sanos, lo que ha redundado en pérdidas por más de 170 mil millones de pesos para ganaderos y lecheros.

 

Y es que lo sucedido en Casanare no es flor de un día. Desde siempre, en esta zona de los llanos orientales se debe convivir con la sequía. Sólo que en esta oportunidad, el clima extremo, la ganadería extensiva, y, posiblemente la explotación inclemente de crudo, entre otros factores, sumado a la decidida estatal, tanto regional como nacional, tienen en peligro de extinción a varias especies como los chigüiros, que han muerto por centenares o miles, bajo la mirada impotente del ser humano.

 

Las babillas y las reses se suman a este asolador panorama, mientras se ha comenzado a percibir un clima de indignación, debido a la tímida respuesta del Gobierno y de las entidades ambientales que no fueron capaces de prever la emergencia.

 

Sólo las autoridades regionales han comenzado a moverse, aunque tarde, con medidas de choque como el abastecimiento del preciado líquido, vía carro-tanques, pero sin éxito hasta el momento ya que el daño, como siempre, ya está hecho.

 

Si bien el cambio climático es el principal responsable de estos estragos, el Gobierno no puede echarle toda la culpa. Hay que establecer las responsabilidades del caso, imponer las sanciones respectivas y rezar para que el período de lluvias llegue pronto al Casanare.

 

Pero que quede de lección que la naturaleza está enferma por cuenta de la mano del hombre y por tanto esta situación exige de las autoridades un mayor rigor en la vigilancia de los cambios de clima, así como una política más decidida para que el año entrante no tengamos que ver de nuevo los cadáveres de animales, apilados en medio de estas hoy polvorientas sabanas llaneras



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