En la noche del pasado viernes, un programa de la Sexta en televisión abordó el tema de los horarios de trabajo en las empresas españolas y la conciliación familiar. Aunque no es nada nuevo, después de ver el citado programa el resumen que a uno le queda es que, en todos los sentidos, estamos a años luz de los países de referencia de nuestro entorno. El sistema de trabajo que imponen las empresas españolas obliga a los trabajadores a permanecer en su puesto más horas de lo que sería normal, con unos horarios estrafalarios y desconcertantes poco o nada remunerados, y que no conllevan ni más competitividad, ni más productividad, ni más rentabilidad ni mucho menos más satisfacción laboral y, en consecuencia, suponen una nula conciliación familiar.
Si en las pequeñas y medianas empresas -por ejemplo las de hostelería- ha sido y aún lo es un hábito el que sus empleados tengan que prolongar su horario de trabajo según la demanda puntual del patrón y del cliente, constituyendo un sangrante desprecio a los derechos laborales; aún peor es cuando se trata de grandes empresas con grandes beneficios -por ejemplo las entidades bancarias- en las que, bajo mandos de claros perfiles autoritarios que ocultan la mayoría de las veces unas personalidades acomplejadas y cobardes, se condena a los trabajadores a jornadas maratonianas en horarios sin retribuir.
Trabajo y productividad, sí; pero también conciliación y sobre todo...respeto.