Si aceptamos que Alemania es un modelo de éxito, con un 18% de su ciudadanía en situación de pobreza y un 30% de la población activa subempleada en minijobs (22%) o en paro (8%), no puede sorprendernos que don Mariano estuviera exultante en el debate del estado del Reino.
¿Acaso no hay por fin un leve crecimiento?
Pues eso, todo va bien y quienes padecen pueden nuevamente conformarse con el espejismo de un crecimiento económico que quizá algún día lejano acabe con su padecimiento. Las puertas del cielo se han abierto de nuevo para los fieles. Su sacrificio no ha sido en vano: ha permitido que banqueros e inversionistas recuperen el dinero que derrocharon en la hoguera inmobiliaria, que los prestamistas foráneos dispongan de garantía soberana para recuperar el suyo y que unos salarios de miseria vuelvan a hacer de nuestro país un lugar espléndido para la implantación de “maquilas” orientadas a la exportación.
Ese era el objetivo de la devaluación interna: devaluar las conquistas sociales y los derechos de los ciudadanos para revaluar los del capital corporativo, el cual, una vez livianamente satisfecho su apetito voraz, acaso acepte invertir de nuevo e incluso contratar algún empleado, que ahora ya son muy baratos y tampoco cuesta nada despedirlos.
Quienes convirtieron la crisis en recesión, imponiendo una austeridad suicida, han levantado ligeramente el pie del freno y decretan el fin de la crisis. ¡Vaya mérito! El de un bombero pirómano: alardeando de haber apagado el fuego que inició, sin importarle el bosque arrasado. Es decir: sin importarle la desigualdad estructural, la alarmante pobreza, el paro astronómico, la juventud en la cuneta o emigrando, los servicios públicos a mínimos, las listas de espera sanitarias…
Si hasta Raúl Castro pregona que habrá que crecer antes que distribuir, qué no dirá don Mariano.
En pro del tótem del crecimiento, y de la falsa secuencia que ha de traerlo —menos salarios, más beneficios, más inversión, mayor crecimiento—, se pretende olvidar que el estallido de la crisis se produjo en coincidencia nada casual con la mayor fase de concentración de riqueza mundial y con la de mayor abdicación de la política a los pies de los mercados. Se pretende hacer olvidar para avanzar con paso firme y decidido hacia el abismo de la fractura social y medioambiental al mismo tiempo. Porque, como siempre, ese supuesto crecimiento servirá sobre todo al 1% y a un coste global planetario absolutamente insoportable e injusto.
Con todo, una mayoría suficiente volverá a creer en el espejismo y les dará alas. También la lotería engaña a la mayoría con la esperanza vana de resultar premiados todos. Así pues, jugaremos de nuevo. Nos miraremos unos a otros como gladiadores del circo y pondremos a prueba nuestra competitividad para obtener un trabajo, el que sea y a cualquier precio. Incluso sin precio ninguno, pues hay empleadores que incluso se ofenden si por el privilegio de trabajar pretendes ganar dinero. ¿Acaso no valoras lo que ganará tu currículum con la experiencia que te permite?
*Miembro de Nova Esquerda Catalana y de la asociación econoNuestra