En el monte de la Cuarentena, al oeste de la ciudad de Jericó, un día como hoy, tuvo lugar el primer cuerpo a cuerpo entre Jesús y Satanas. La lucha continuaría largo tiempo, pero el demonio descubrió que no tenía delante a un Mesías terrenal.
La primera oferta consistía en convencer al Mesías de llenar las barrigas de pan. No pasar hambre es gran aspiración del ser humano para no temer al futuro. Para el demonio el pan (dinero, placer, confort) es lo único importante. Pero, Jesús, trae el pan, pero también la Palabra de Dios que es amor, verdad, esperanza y encuentro con ese agua que quita el hambre y la sed. La segunda oferta era convencer al Mesias de la importancia de los milagros. Con el espectáculo que dan los milagros no será necesario entregarse, amar, perdonar, ni morir. Esos milagros de poner a Dios al servicio de nuestros intereses. ¿Para qué esa lentitud que es el camino del amor? Nosotros queremos milagros, antes que mostrar el amor de Dios humilde, oculto, sin espectáculo. La tercera oferta era convencer al Mesías de la importancia del poder. Si vienes a salvar el mundo, ¿no será un buen negocio empezar por dominarlo? El amor sigue siendo demasiado lento para cambiar este viejo y pícaro mundo.Y es que si tenemos poder, dinero y fuerza haremos muchas más cosas por Dios que si no los tenemos. ¡Ojo!, las tentaciones siguen ahí, no han desaparecido.
El evangelio cuenta que la lucha siguió durante tres años más, pero después de aquel combate dramático, el demonio se dio cuenta que tenía que ser Dios quien prefiriera el dolor, la pobreza, la debilidad para salvar el mundo.