Son siempre dos las caras principales que rigen nuestra vida. Sin la tristeza, no conoceríamos la alegría. Sin la desdicha, desconoceríamos la dicha. Sin la vida, desconoceríamos la muerte. Sin el ruido, desconoceríamos el silencio. Sin la ausencia, desconoceríamos el significado de la presencia. Sin el desamor, desconoceríamos la necesidad del amor. Sin el hambre, desconoceríamos el deseo de comer. Sin el sexo, desconoceríamos la existencia del placer carnal. Sin los impuestos, desconoceríamos el odio a quienes nos los imponen. Sin la amistad, desconoceríamos la enemistad. Sin la riqueza, desconoceríamos la pobreza. Y sin los medios de comunicación, viviríamos con muchos menos sobresaltos.