Seguramente por la rapidez con que se han sucedido los acontecimientos este fin de semana en Ucrania, el punto de vista de la información internacional no se centra, aún, en el protagonismo callado pero esencial del aparato militar en Ucrania y en el derrocamiento pacífico --a grandes rasgos-- del dictador Yanukovich. El depuesto rusofilo, cuya dacha, por cierto se parece más a la de los grandes capos del narco, con su zoo, sus columnas griegas --auténticas-- y sus grifos de oro, que a una residencia presidencial, intentó por tres veces que el ejército tomase el país militarmente, incluso relevando del mando al Jefe del Estado Mayor, aunque sin éxito, lo que resulta ser la clave del éxito de los manifestantes. En este caso, pues, la existencia de un aparato logístico armado y con una estructura de mando vertebrada, ha sido definitiva para evitar la consolidación de una dictadura personal al servicio del Kremlin...y de su propio enriquecimiento.
El asunto no es baladí. En tiempos en los que el capitalismo más salvaje hace morder el polvo a los gobiernos y pone rodilla en tierra a los antiguamente ciudadanos libres, quizá sea momento de valorar la existencia de estos cuerpos sociales armados, evitando por todos los medios su sustitución por fuerzas de seguridad privada al servicio de grupos económicos, como garantía de una mínima capacidad de soberanía de los países y sus pueblos. ¿Sorprendente? No tanto. Militarmente hablando, un ejército es una herramienta susceptible de usos distintos y alternativos. Pero tambièn está integrada por nacionales que sienten y padecen.
Otro caso de la tesis expuesta puede presentarse pronto en Venezuela. Maduro, en su escalada mesiánica --su diferencia con Chávez es que Maduro se cree lo que dice, lo que resulta peligrosísimo e, irremediablemente, conduce al desastre-- ha amenzado varias veces con sacar el ejército a las calles y declarar el poder marcial en Venezuela pasando a sangre y fuego a la población opositora --al menos medio país--. Pero al mismo tiempo habla de que investiga si en el seno del Gobierno hay movimientos para deponerlo. En realidad, los únicos que pueden detener su camino hacia el abismo son los militares, y él lo sabe, aunque no los cite. Pero, paradójica y afortunadamente, tambièn son quienes pueden evitar una dictadura sangrienta optando por seguir el camino ucranio: dejar sólo al dictador en su caída y permanecer en los cuarteles.
Ya lo decía Salomón: Nihil novum sub sole. Ahí está en el recuerdo la revolución de los claveles en la vecina Portugal.