El peso de la responsabilidad: Carta abierta al nuevo director de El Mundo

Para los amantes  del periodismo de autor, el pasado 9 de febrero fue un mal día. Echaremos de menos “la carta del director” de Pedro J. Ramírez. Han sido  muchos años dedicándole parte de la mañana del domingo al ritual  a su lectura con verdadera delectación. Este gran periodista, en sus epístolas semanales, acertada o erróneamente, siempre tomaba postura y razonando los motivos que le inclinaban a posicionarse e implicarse.  En todo momento estuvo convencido de que contemporizando, nunca se llega a ningún sitio, a no ser que lo pretendido sea ocupar espacios a base de vanalidades, eludir compromisos y cobrar un sueldo; en definitiva tarea para mediocres. Si esto ocurriese nos equivocaremos ambas partes: el responsable del periódico por actuar de tal forma y nosotros por comprarlo.

      

A nivel político, estamos padeciendo una época sumamente compleja, plagada de problemas, dudas, contrariedades y con una corrupción galopante instalada tanto en el Gobierno como en la Oposición, que ni cumplen y menos convencen a nadie, pero mientras sigamos gobernados por mediocridades tenemos un futuro muy negro. Dice Casimiro García-Abadilllo  en su primera “Hoja de ruta del Director”, frase desafortunada que se puso de moda hace unos años, concretamente en el punto 10º de su decálogo y refiriéndose a las líneas maestras de su actuación como nuevo director de EL MUNDO que, “Defenderemos planteamientos encuadrados  en el centro político liberal”. Permítanos, que al menos unos cuantos y en este mandamiento de sus particulares Tablas de la Ley, discrepemos rotundamente por entender que el “centro”, políticamente considerado, solo es una pretensión de equidistancia para denotar o presumir de un supuesto equilibrio emocional como síntoma de moderación. El centro exacto no existe,  es una entelequia y los que se sitúan en los extremos, aunque solo sea por efecto de la fuerza centrífuga tienden a debilitarse y convertirse en fuerzas minoritarias. El periódico, y lógicamente mucho más el primer directivo del mismo, deberá definirse y tomar postura por aquello que le dicte su intelecto a fuer de ser sincero. Esa es la grandeza de ser y ejercer como director, nada que ver con la figura del subdirector cuya misión es muy distinta y goza de la protección permamente del superior.

     

En cuanto al concepto de originalidad y narrar lo que otros ocultan, por razones de todos conocidas, es obvio y muy difícil a la vez pero no por ello menos necesario. Los lectores de EL MUNDO siempre hemos valorado  sus grandes exclusivas, y no solo por el interés de la propia noticia, sino por la forma de contarla, documentarla y razonarla. Sobre la obligación de ser “rentables”, existe una frase que lo define perfectamente “Toda empresa que no es negocio, deja de ser empresa”. Limitarse a publicar lo que ya cuentan los demás es ruina. La reiterada ausencia de novedades, lejos de resultar rentable, lo que provoca es el abandono paulatino de lectores.

     

Lo que usted demanda sobre comportamientos, justicia, ética y que cada uno obre como debe, no pasa de ser una declaración de principios a la que deberíamos tender, pero da la casualidad que es justo todo lo contrario de lo que ocurre en este país nuestro en torno a diversos aspectos. Queremos seguir siendo fieles lectores de su periódico otros 25 años más, pero para ello se tiene que notar que la armada ya dispone de nuevo almirante, que acude no solo con la intención de seguir manteniendo el prestigio e independencia del Diario, sino que se dejará la piel para enriquecerlo, y dotarlo de ese punto de interés necesario para seguir prosperando. Dificil misión y que como tal  reconocemos, pero ese es nuestro mejor deseo. Mucha suerte y algo mas Casimiro.



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