La dura tierra

En el bosque “Simón Bolívar” cerca de Jerusalén, hay un árbol plantado a mi nombre. Tengo raíces bajo la tierra de los profetas. Sobre esto hay una frase de Isaías: “Porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo”.

 

 No soy judío, sino cristiano viejo, y aún así el judaísmo me impresiona por esa fuerza para mantener las tradiciones. Sin soporte del pasado, el futuro  termina convirtiéndose en polvo.

 

 Decía el profesor Joseph D. Bermaman de la Universidad del Sur de Carolina, algo para recapacitar:

 

 “Los valores de la sociedad - expresaba - han cambiado en la historia de la humanidad a través de los tiempos. Esto se debe a que el hombre busca siempre un sistema de vida que se amolde a sus deseos. Esta continua renovación de conceptos concebidos por el hombre han demostrado, a veces, ser aceptados, otras, equivocados desde el punto de vista moral para todos los grupos que integran la sociedad.”

 

En una época donde la tecnología parece que lo llena todo, los espíritus se renuevan y el  hombre se aferra cada día con más fuerza a los valores que nacen de la esencia humanística del propio ser.

 

Los palestinos – es un ejemplo -  han venido adquiriendo, con dinero saudí, tierras cercanas a  Jerusalén,  al necesitar la esencia de la raíz, del terrón, la piedra y hasta el polvo para que su propio pasado no se disipe. Han vivido junto a los judíos miles de años sin problemas, lo de ahora son recientes. Han aprendido de los hebreos,   que la tierra, aunque sea un pedazo pequeño, es lo que hace a un pueblo y  sus  tradiciones.

 

 Los surcos  comprados están en el Valle del Cedrún.  El lado oriental los encierra el cementerio judío del Monte de los Olivos. A los pies de las murallas de la ciudad vieja, se encuentra el camposanto musulmán y al norte se yerguen las tumbas de Zacarías y Absalom. Es decir, la tradición de los siglos en un pedazo de tierra que,  además, es árida.


 ¿Se puede vivir ante el peso de tanto espiritualismo enterrado? No lo sé. Los palestinos parecen están en paz, esas heredades los unen a su pasado. Allí están enterrados demasiados muertos  y con ellos todos los recuerdos posibles:  cada uno de los valores de la propia raza



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