En un curso de alto nivel sobre competitividad, uno de los asistentes, queriendo hacer una gracia, señaló que no tenía ningún misterio que Suiza, Suecia o Finlandia, países donde las temperaturas bajas son frecuentes, encabezasen, años tras años, el ranking de eficiencia, de competitividad global. A su juicio, razonó, cuando hace frío lo mejor es trabajar.
El Foro Económico Mundial (FEM) que elabora aquel ranking, partiendo de magnitudes macroeconómicas como, legislación, infraestructuras, mercado laboral y financiero, I+D y otras, seguramente hubiera descalificado al gracioso, poniendo como ejemplo a Singapur, donde los pay-pay no son desconocidos o bien Puerto Rico y el archipiélago de Barbados, donde abundan las hamacas y el ron, países que mejoran sus puntuaciones respecto al discreto puesto 35 , de un total de 148 economías, que alcanzó España en 2013.
Nuestro país no consigue avanzar en la clasificación y el FEM lo atribuye a diversas causas, subrayando la rigidez del mercado laboral, las dificultades de financiación de las empresas y a la reducción ,pública y privada, de los presupuestos para la investigación e innovación.
Precisamente sobre una segunda revisión de la reforma laboral se centran las recomendaciones de Bruselas, a pesar que desde aquí se extienden las dudas sobre la eficacia de la aplicada a partir de 2012. Un reciente informe de la Fundación de Cajas de Ahorro (FUNCAS) señala que el efecto de aquella reforma es casi nulo y que además existe el riesgo de perder a toda una generación de jóvenes, ya que la tasa de trabajadores de menos de 25 años es dos puntos superior a cuando se aprobó la reforma, pero los cambios deben continuar para reducir la brecha entre contratados temporales e indefinidos y que “mientras se permita a las empresas cubrir puestos de trabajo no temporales con contratos temporales, el mercado español adolecerá de ineficiencia y la productividad será baja”.
En el abanico de medidas a corto plazo, se insiste en que hay que reformar las políticas activas de empleo y revisar a fondo los 17 servicios públicos de empleo, así como el INEM, ligando sus presupuestos a los resultados en el empleo y dando mayor protagonismo a las agencias de colocación.
A esta dispersión de organismos ineficaces se refería también el presidente de la CEOE, Juan Rosell, señalando que las organizaciones empresariales deben concentrarse y que “se montan demasiados chiringuitos para hacer las mismas cosas”.Abrogando por que las organizaciones empresariales
sean independientes y dependan exclusivamente de las aportaciones de sus afiliados. Parece que este mensaje ya se ha oído en las recientes elecciones de FADE y muy especialmente sobre tanta dispersión de actividades y representación que enmascara los problemas más importantes.
Es demanda generalizada que al igual que la Administraciones Pública, las instituciones de participación en el desarrollo cívico, como sindicatos, organizaciones empresariales, partidos y asociaciones, deben revisar fines y recursos, para mejorar eficiencia, trasparencia y control. Estas medidas ayudarían sustancialmente a elevar nuestra posición, bastante decaída, en el ranking de la competitividad global.