Uno de los grandes misterios de siempre es la creación del Universo y la de nosotros mismos, los seres humanos.
En la insondable historia del principio, allí donde halla el origen del Cosmos, solamente la fe puede dejarlo en manos de un Dios aunque éste sea también el mayor de los enigmas.
¿Qué había antes?
Un caldo a una temperatura de miles de millones de grados que un astrofísico inglés lo llamó el “Big Bang” – la gran explosión -, es decir el instante en que el calor y la luz, en la cosmología moderna, sitúa la creación del tiempo y el espacio.
Comenzamos a nacer en esa millonésima de segundo en medio del caos más inimaginable posible. Un momento antes no existía ni arriba ni abajo, aunque todo estuviera conglomerado y misteriosamente ahí, en el éter.
¿Hay un antes y un después? La lógica humana, al no disponer de otro soporte, lo admite sin poderlo definir, aunque para nosotros todas las historias tienen un comienzo, el poético… “érase una vez”, aunque los astrofísicos nos hablarán de la conveniencia de desconfiar de las extrapolaciones.
Según Voltaire, si existe un reloj, debe haber un relojero. ¿Es válido ese racionamiento en el “gran carillón” del Cosmos? Sencillamente no, a no ser que nos aferremos a la fe, y eso ya no será ciencia ni verdad, sino una ensoñación del alma.
Algunos seres pensantes siguen el sendero de filósofo alemán Federico Nietszche: “Dios está muerto”, y con todo – solamente la esperanza - puede explicarnos la idea de un Supremo Creador.
Una de ellas es que el Universo nació sin supuesta intervención divina y parece no tener fronteras, limites ni principio, tampoco un final, algo que se va creyendo cada vez menos.
¿Hasta que punto todo esto es cierto? El Premio Nobel de Física, Leon Lederman, lo resolvió de la siguiente manera: “Solamente Dios sabe lo que pasó en el principio de los tiempos”. Y seguimos en el mismo punto Es ciencia sabida que la edad exacta del Universo es de 13.700 millones de años. Si pensamos que la humanan pensante apenas llega a cincuenta mil años con muchos puntos oscuros en medio, nos daremos cuenta de la inmensidad de ese espacio y su tiempo.
La Nasa publicó en su día impactantes imágenes de los primeros instantes del cosmos tomadas por la sonda Wilkinson Microwave Anisotropy Probe, lo que confirmaba la edad del Cosmos y de cómo en su origen estaba compuesto únicamente de 4 de átomos de materia.
De ese instante inicial se conserva un rastro fósil, una irradiación que empleó 13.700 millones de años en llegarnos y demostrar con ello el nacimiento de todo lo que observamos.
Permisiblemente en ese instante Dios estaba jugando a los dados, descifrando la cuadratura del círculo o comenzando a pensar en crear un extraño ser humano con la anhelante avidez de hacer más llevadera su inmensa soledad.