Reconozco que no soy original, ni en el título ni el contenido, pero la actualidad obliga.
De nuevo nos volvemos a ocupar del Juez Castro, y no porque tengamos fijación con este Juez, sino porque voluntaria o involuntariamente es actualidad día sí y día también.
El Juzgado que regenta se ha convertido en una suerte de camarote de los hermanos Marx por las situaciones que en el mismo se desarrollan y también por el número de personas que lo frecuentan.
Se suma a la noticia, semana sí, semana también, el Fiscal Horrach que con los improperios que lanza al Juez en cada uno de sus escritos convierten al Juzgado en una suerte de patio de vecinos, muy alejado de lo que debiera ser el ejercicio de una función tan noble como la de impartir justicia.
Si es cierto lo que dice el Fiscal en su escrito de que el Juez imputa a la Infanta por una teoría conspiratoria, el Juez Castro estaría rozando la prevaricación; si no lo fuera, el Fiscal Horrach estaría rozando la calumnia.
No es nuestra función inclinar la balanza de un lado o del otro, pero el mero hecho de que el Juez Castro llame ahora a declarar, una vez imputada la Infanta, a declarar a los inspectores de Hacienda autores de los informes referidos a la hija del Rey, denota claramente que la instrucción es muy cuestionable. ¿Qué es que no conocía el Juez Castro dichos informes?; si quedaba algún fleco suelto, ¿no lo debía haber despejado antes de imputar a la Infanta?; si los inspectores de Hacienda ratifican el contenido del informe, como previsiblemente no puede ser de otra manera, en el que exculpan a la Infanta, ¿tendrá su testimonio alguna incidencia en el auto de imputación?; ¿se puede hacer esta miscelánea de pruebas intempestivas?.
El Fiscal General del Estado apoya a Horrach y dice que la actuación que se está desarrollando en el Juzgado de Palma puede ser criticada siempre que las críticas se mantengan en términos de estricta juridicidad. ¿Pero lo que está ocurriendo en el Juzgado de Palma es jurídico?
No hay ningún otro ámbito de la función pública en el que se permita que dos empleados públicos se zahieran de la manera en que lo hacen el Juez y el Fiscal. Si se tratara de altos cargos serían cesados y si se tratara de funcionarios públicos, serían expedientados.
En este caso no cabe, porque el Juez Castro invocará su independencia, pero hay que recordar que el sentido de la independencia judicial es orgánico, no funcional. El Juez no puede hacer lo que le venga en gana amparándose en la citada independencia, debe ajustar sus actuaciones a los procedimientos, a la ley y también a la ética judicial. El Fiscal Horrach debe atemperar su vocabulario a los usos del foro.
Mientras tanto, la instrucción cojea y, como ocurrió en otras ocasiones con el Juez Elpidio y similares, quienes se verán beneficiados son los presuntamente culpables.
Eso sí, al Juez Castro y al Fiscal Horrach no se les exigirá responsabilidad alguna. Incluso algunos los llamarán héroes.
Como decía Séneca, la armonía y seguridad que debiera imperar en el mundo judicial están rotas por la discordancia, o como recuerda la máxima romana “Hoc volo, sic iubeo, sit pro ratione voluntas”, lo que traducido al román paladino significa “lo quiero, lo mando, sirva mi voluntad de razón”.
El camarote de los hermanos Marx provoca hilaridad; lo que ocurre en el Juzgado de Palma, pena y dolor para los que seguimos creyendo en la división de poderes y en la justicia.