Me gustaría que este recuadro del periódico llegase a tus manos, amigo ladrón, que hace dos días mataste a Angelita, una buena mujer de Llaranes, de un golpe en la cabeza para robarla.
No sé si sabes que la confianza es parte sustancial de la vida de los hombres.
Si no nos podemos fiar de los que nos rodean, y tenemos que construir un bunker para vivir, la vida sería aborrecible, peor que si estuviéramos muertos. Cuando el viernes leímos a noticia, algo se nos revolvió en el corazón. No sólo contra ti, sino contra este mundo que estamos construyendo. Gracias a gente como tú, la gente de Avilés llegará a casa con el corazón un poco más amargado, porque los espera el robo o el asesinato.
La culpa no es solo tuya. También es nuestra. Y este sentimiento de culpa común es lo único humano que nos queda de esta historia. Me gustaría que leyeras la carta y sintieras el latigazo de la culpa en tu alma. Así sabríamos los dos que tu avaricia y nuestro desinterés por la gente, tantas veces, se juntan para construir un mundo triste y desgraciado.