Un colega me envía un e-mail con una cita de Marco Tulio Cicerón de hace 2067 años que no me resisto a reproducir: “El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse, para que Roma no vaya a la bancarrota. la gente debe aprender nuevamente a trabajar en lugar de vivir a costa del Estado. Año 55 a-C.”. Vamos, es donde se inspira Cristóbal Montoro. Bien mirado el ministro andaluz, es de Jaén, tiene hasta nombre de patricio.
El caso es que hemos iniciado con tiento la andadura de un nuevo año, muy importante para el futuro de España y de Asturias. En el caso de nuestra nación, con una macroeconomía que apunta cierta recuperación, con una prima de riesgo en mínimos y una inflación controlada, nuestros problemas son el paro, también últimamente con leve mejoría, y dos cuestiones candentes, una institucional, la Monarquía, y otra política, el deseo secesionista de parte de la sociedad catalana con su presidente Arturo Mas a la cabeza. En cuanto a la Monarquía me preocupa el deterioro físico del Rey Juan Carlos I. Me consta que Su Majestad no quiere oír ni en pintura lo de abdicar en su hijo Felipe de Borbón pero, con 75 años y la salud muy tocada, pienso, Majestad, con todo el respeto de un ciudadano de a pié que ha llegado el momento de dar el paso. El Príncipe de Asturias lleva 45 años preparándose para ello y tiene ha colocado el listón muy alto. Su esposa, la ovetense Letzia Ortíz, no nació para reina, desde luego, si no para periodista, pero el destino en forma de amor la ha conducido a lo más alto de la jefatura del Estado y, la verdad, está cumpliendo perfectamente su cometido. La democracia parlamentaria que disfrutamos no puede ponerse en juego por un Monarca a quien se le está pasando el arroz ni por políticos incapaces, que tenemos muchos en el gallinero del Congreso y del Senado, por citar, si bien la mayoría están mudos, por supuesto. A lo dicho hay que añadir hoy la imputación de la infanta Cristina de Borbón que viene a suponer a la Corona española otro daño colateral, ya veremos de que consecuencias. No hay que ser experto en la materia si les digo que se echan muchos de menos los tiempos, no tan lejanos, en los que el general ovetense Sabino Fernández Campo llevaba la responsabilidad de la Casa Real. La Corona parece encogida y encorsetada en su comunicación con la sociedad. Lo de que el Rey balbuceó y se trabó en su discurso en la Pascua Militar porque tenía poca luz es infantil e impropio de un gabinete de comunicación a nivel de la institución, la más importante del país, pero en el fondo, ya saben, en España apearse del cargo cuesta de ahí que podamos contar a sus protagonistas con los dedos de la mano.
En cuanto a Asturias, con un panorama político cada vez más atomizado y con perspectivas de que así continúe, nuestro futuro inmediato es preocupante. Sigue el éxodo de asturianos en busca de los garbanzos que llevarse a la boca en el extranjero, principalmente jóvenes universitarios, y también empieza a ser importante el éxodo de empresarios, o sea, que cada día que pasa Asturias está más anémica y por lo tanto menos competitiva, solamente tranquilizada por las rentas de los pre jubilados y jubilados que aún, así será durante los próximos 15 o 20 años, logran mantener el poder adquisitivo, aunque a duras penas, de muchas familias. Reconociendo que no lo tiene fácil, ni se lo ha puesto la oposición, el gobierno asturiano a cuyo frente está el ingeniero de minas Javier Fernández, quien acaba de cumplir 66 años, felicidades, lo intenta, buscar una mejoría, pero la obligada prórroga de los presupuestos ha acabado por minar su moral y ya se le nota demasiado falto de fuelle. El caso es que hemos perdido en esta comunidad autónoma años en si eran galgos y podencos por lo que conseguir dentro de uno y medio una renovación total de nuestros dirigentes regionales no va a ser fácil, más bien imposible, que los partidos tradicionales no lo permitirán. Es como el caso estatal, nadie quiere bajarse de la piragua mientras nuestros políticos continúen con el estatus social que tienen en el aspecto económico y de otras prebendas.