Y será el poder ciudadano el que haga posible los cambios radicales que se avecinan.
Ya no más grupos oligárquicos en lugar de unas Naciones Unidas refundadas, dotadas de los recursos personales, financieros y técnicos necesarios. Ya no más valoración y orientación estrictamente dineraria sino acción política guiada por los “principios democráticos” claramente establecidos en 1945 (Constitución de la UNESCO).
Ya no más una economía basada en la especulación, deslocalización productiva y guerra, sino en el conocimiento para un desarrollo global sostenible, que permita una vida digna a toda la humanidad y no excluya, como sucede ahora, al 80% de la misma.
Una economía que, para asegurar la igual dignidad de todos los seres humanos, esencia y fundamento de todos los derechos humanos, atienda las prioridades a las que toda persona debe tener acceso: alimentación; agua; salud; medio ambiente; educación y paz.
Ya no más explotación en base a acuerdos a todas luces abusivos, sino cooperación.
Ya no más olvido del medio ambiente, irresponsable desaire ético de incalculables consecuencias en las generaciones venideras.
Ya nunca más considerar como inevitable el genocidio cotidiano de desamparo y hambre de más de 60.000 personas, al tiempo que, por la seguridad de los más acaudalados, se invierten, en 24 horas, 4.000 millones de dólares en sofisticadas armas y gastos militares, fomentando -¡qué terrible incoherencia!- una “cultura de defensa”, de imposición y dominio en lugar de una cultura de paz, de encuentro, conciliación y alianza.
Sobre todo en cuestiones potencialmente irreversibles, deberán adoptarse las medidas que permitan procurar las condiciones de habitabilidad de la Tierra. En muy pocos años, la disponibilidad de carburantes a partir de esquistos y clatrenos marinos, cambiará la geoeconomía mundial, requiriéndose un gran incremento en las energías renovables para regular las emisiones de CO2 y de gases con “efecto invernadero”.
El por-venir está todavía por-hacer. El futuro que anhelamos emergerá de la conciencia global, de la ciudadanía mundial, con una equidad progresiva, capaz por fin de expresarse y dejar de ser invisible, silenciosa, sumisa.
Por fin, la ciudadanía podrá, presencialmente y en el ciberespacio, manifestarse sin cortapisas. La voz de los ciudadanos fortalecerá a las actualmente democracias “formales”, que han debilitado al Estado y han conferido un inmenso poder a consorcios multinacionales.
El por-venir está por-hacer. Pero como ha escrito Martí i Pol en un precioso verso, “¿quién, sino todos?”.
Unamos voces y manos. Suscribamos protestas y propuestas en las redes sociales.
Una gran inflexión histórica se aproxima.