Comienza un nuevo año. Los aeropuertos, las estaciones de trenes y autobuses se llenan de despedidas. La emigración, al igual que en las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado, es protagonista en nuestra sociedad. Si en aquellos tiempos la pobreza obligaba a las familias a buscar otros horizontes, ahora ha sido la llamada crisis la que empujó a miles de jóvenes, en muchos casos sobradamente preparados académica y profesionalmente, a tratar de labrarse un futuro ya no solo fuera de sus lugares de nacimiento dentro de España sino, también, fuera de nuestras fronteras. Una vergüenza de despilfarro de capital humano.
Nuestros políticos, con su saber y buen hacer, pronostican, para este año 2014 que acabamos de estrenar, una importante mejoría macro económica. Es decir: las grandes empresas, las entidades financieras, las grandes fortunas recibirán en este año una lluvia de "brotes verdes". La Bolsa, auguran, igual sube un 20%. Ya saben, todos a especular.
Para el ciudadano de a pie aún quedan ajustes, pero es lo normal, lo primero es lo primero. Cada vez se abre más la brecha entre la oligarquía pudiente -y tantas veces incomprendida- y la base social que vivió estos últimos años por encima de sus posibilidades; por supuesto, sin merecerlo.
Solo quisiera dejar en el aire dos preguntas, mientras hacemos la digestión de estas fiestas (los que pudieron comer para hacer la digestión): ¿cuál, o quién, de nuestros políticos perdió poder adquisitivo desde el comienzo de la llamada crisis? y ¿cuál, o quién de esa casta de elegidos, se quedó en el paro?.