El vicepresidente sirio, Faruq al-Shara, dijo que el próximo Diálogo Nacional –previsto para el 10 de julio- está destinado a afectar positivamente a los sirios y a desarrollar la estructura política y económica de un Estado plural y democrático. Al-Shara sostuvo, en una entrevista publicada por el diario londinense Al-Hayat, que el diálogo se ha convertido en una demanda popular y en una necesidad nacional que contribuirá a la solución de la reciente crisis; el objetivo del gobierno es también dar vuelta la página del pasado y abrir un nuevo futuro.

Se han enviado invitaciones a unas 244 figuras, incluidos los opositores del gobierno sirio, para participar en la reunión de dos días que buscará las soluciones para hacerle frente a la actual situación política y se analizarán las enmiendas constitucionales propuestas. Sin embargo, algunas figuras de la oposición siria, no participarán en la próxima reunión ya que se oponen al clima nacional que rodea la preparación del diálogo nacional y a las manipulaciones, desde el aparato de seguridad estatal, sobre los manifestantes.

Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU, le pidió al régimen sirio que detenga los asesinatos en su ofensiva contra las protestas antigubernamentales, subrayando que no se podía seguir así y que las autoridades sirias deben cumplir con sus compromisos permitiendo el ingreso al país de un equipo de evaluación humanitaria y de los Derechos Humanos de la ONU. Naciones Unidas ha presionando para acceder a Siria, pero sin éxito hasta el momento. El Comité Internacional de la Cruz Roja ha tenido acceso recientemente, pero sólo después de que su presidente, Jakob Kellenberger, viajó a Siria para hacer personalmente la petición.

Este escenario, donde parte de la oposición se niega a dialogar con el régimen en el presente contexto de represión, no es nuevo y remarca la línea que separa -no solo al gobierno de los manifestantes- sino también a la misma oposición entre los jóvenes que iniciaron las actuales protestas a mediados de marzo en Daraa y los partidos o figuras tradicionales, mayoritariamente convocados por el gobierno.

El rápido crecimiento del movimiento de protesta liderado por los jóvenes es sorprendente y al igual que otros movimientos en los países árabes, las redes sociales en Internet y otras formas de tecnología de las comunicaciones han jugado un papel destacado en las protestas, dando a conocer los derechos humanos básicos, las violaciones de las fuerzas de seguridad sirias y documentando el asesinato de manifestantes en vídeo subidos a la web. Si bien estos grupos difieren en ideología y afiliación, todos están de acuerdo con el objetivo de derrocar al régimen sirio; dentro de este campo se destacan el Movimiento 17 de abril de la Juventud para el Cambio Democrático en Siria, que reúne a jóvenes de diversas regiones del país y Juventud de la Revolución Siria, grupo que aboga por el derrocamiento del régimen además de exigir libertad, democracia y pluralismo cívico. Cuenta con alrededor de 250.000 personas registradas en su página de Facebook, que se ha convertido en una agencia de noticias virtual de la sublevación.

Es aquí donde radica el problema de base. Siria debe tener su propia revolución, ya que hasta el momento es una sublevación, si tenemos en cuenta que algunos sectores -como los jóvenes y la población periférica de menores recursos- son los únicos que expresan su rechazo del sectarismo, a la intervención extranjera, apoyan al cambio y piden el fin de la tiranía y la corrupción. Por ello las protestas en Damasco no se han disparado como en Homs y Hama, donde decenas de miles de personas están cargando con el peso de las manifestaciones y el asedio del aparato de seguridad estatal. Las protestas han comenzado a construir nuevas áreas de Damasco y a ganar aceptación por lo que el ejército ha bloqueado -bajo un cerco de seguridad- al menos a nueve suburbios en Douma, Daraya y Moadamiyeh; algo menos visible es la tarea de los activistas jóvenes que comenzaron a publicar listas de marcas y empresas propiedad de personas afines al régimen para que sean boicoteadas.

La sustentabilidad del régimen sirio no se entiende sino a partir de la posición de la administración Obama, que no ha ofrecido una explicación lógica sobre su política hacia el régimen sirio. Algunos especulan con el temor de la Casa Blanca que Al-Assad conduzca a Siria hacia una ruptura al estilo iraquí, es decir una guerra civil -punto de vista no compartido por los especialistas en Siria; otros apuntan que los saudíes han amenazado a la Casa Blanca con no derrocar a Al-Assad por el temor que Irán y Hezbollah se beneficien de la agitación política regional.

EE.UU. conoce lo que sucede en Siria, en particular ya que su embajador, Robert Ford, visitó Hama el jueves para ser testigo de primera mano de la situación. El Departamento de Estado hizo hincapié en que viajó allí de forma independiente, y no como parte de un viaje organizado por el gobierno sirio, como sucedió cuando visitó el norte del país; para llegar a la ciudad, Ford pasó por un puesto de control militar y un puesto de control civil, organizado por los residentes de Hama además el funcionario un hospital en la ciudad.

Cualquiera sea la explicación que se desee aplicar lo cierto es que, mientras la comunidad internacional y Naciones Unidas aguardan la apertura democrática, el régimen sirio continua utilizando la fuerza sobre los manifestantes y ofrece reformas sobre leyes que abrirían una ventana hacia la democracia. Sin embargo es inevitable cuestionarse sobre la viabilidad o legitimidad de estas reformas, cuando parte de la oposición –el resto estará ausente o no fue invitada- negociará un paquete de leyes que luego en la práctica serán administradas de manera discrecional por el propio régimen como ocurrió con la derogación de la ley de emergencia y el posterior derecho a manifestar administrado por el Ministerio de Interior