Quienes por razones de trabajo o de ocio hacemos de los viajes obligación o devoción nos vemos sorprendidos en nuestra buena fe por la moda que la práctica totalidad de los hoteles han instaurado de cobrar los desayunos a precios que oscilan entre los 16 y los 20 euros, por término medio.
Para ser justos y, a la vez, contar con los elementos de juicio necesarios para valorar esta cuestión, es conveniente distinguir entre los tres tipos de desayunos al uso, así como verificar el significado de término que refiere la primera pitanza del día.
Dado que uno no come mientras duerme, nuestra primera ingesta de alimentos “rompe” el ayuno y de ahí su nombre de des-ayuno.
Suelen distinguirse, por regla general, dos tipos de desayunos que pueden derivar en tres si nos referimos a los que se ofrecen en los hoteles: desayuno continental, desayuno americano y desayuno buffet.
El desayuno continental, del que constituye paradigma el francés, consiste en café, zumo, bollería o tostada con mantequilla y mermelada. En ocasiones, se añade fruta.
El desayuno americano suma al continental huevos fritos, revueltos o pasados, bacon y salchichas.
El desayuno buffet es el continental, más el americano, más otra serie de alimentos y bebidas muy diversas. También se le llama full english breakfast.
El desayuno continental, dependiendo del número de bollos o tostadas y del azúcar que se eche al café, puede rondar las 350 calorías, el americano, llegar a las 600 y el buffet, ni se sabe.
Ciertamente, y en contra de lo que se cree, una ingesta razonable de calorías en el desayuno acompañada de mesura en la cena, coadyuva a la pérdida de peso, pues se llega a la comida sin ansiedad.
Pues bien, en los hoteles tienen la perniciosa costumbre de ofrecer como única posibilidad el desayuno americano, cuando no el buffet, presumiendo que todos vamos a optar por tales alternativas, aún a pesar que nuestro consumo puede no llegar a agotar la variante del desayuno continental.
Eso sí, a la hora de pagar, el hotel alterará nuestra nacionalidad sin permiso y nos cobrará como ingleses o como americanos, cuando nuestro deseo, al menos en las primeras horas de la mañana, es mantener nuestra condición de europeos.
Pero, además, lo hace sabedor de su posición de prevalencia, al menos con los que somos madrugadores. ¿Quién a las siete de la mañana sale del hotel a buscar una cafetería medianamente digna en la que degustar el desayuno continental, para retornar después al hotel a lavarse los dientes, renunciando a la comodidad que proporciona realizar tales operaciones en unidad de acto? o ¿quién un domingo a la misma hora encuentra un establecimiento abierto?
En realidad nos convertimos en rehenes del hotel y nos vemos compelidos a pagar 16 o 20 euros por algo que sólo cuesta 4 euros.
¿Sería demasiado pedir que se habilitara una zona para desayuno continental y otra para el resto, con la consiguiente diferenciación pecuniaria?
Yo, así lo vengo demandado en cuantas veces tengo ocasión.