La incontrolable suerte ha tenido su gesto con la Asturias doliente y a través del sorteo de El Gordo ha dejado en nuestra comunidad autónoma más de 37 millones de euros muy repartidos aunque insuficientes para sacar a una gran parte de los asturianos de la pobreza. En este penúltimo domingo del año me encuentro con brotes verdes y otros no tanto. Por ejemplo, conozco una pareja de profesionales con una hija de cuatro años que mañana a primera hora deberán presentarse en una oficina del INEM para apuntarse ambos al paro. Ella ha terminado el contrato de un año en una empresa de tecnología en Gijón y él, tras sufrir un accidente laboral, del que por fortuna se ha recuperado, se encuentra con que su empresa, de la construcción, echa el cierre por el momento porque no hay obra. Los constructores celebraron hace unos días su asamblea planteando una panorama sombrío con culpas insistentes hacia la Administración, central, autonómica y municipal. Ya quedan los lejanos los tiempos en que a la asamblea, opípara comida incluida, acudían consejeros, incluso el entonces presidente Vicente Alvarez Areces. Por contra observo que ya ha abierto de nuevo sus puertas el local que hace esquina de las calles Doctor Casal y Palacio Valdés, frente a la iglesia de San Juan. Donde hubo en los últimos 40 años una sucursal bancaria hay ahora una franquicia de lencería. No se si es bueno o malo que a las sucursales bancarias les sustituyan tiendas para vender sujetadores. Lo que es indudable es que algo está cambiando en esta Vetusta de nuestros amores. Intento ponerme en contacto con La Zarzuela a ver si don Juan Carlos I sabe que colegas suyos harán el próximo 6 de enero de Reyes Magos en Oviedo pero la línea me da comunicando. Yo, de Agustín Iglesias Caunedo, elegiría unos reyes magos sociales, nada de figurines locales, de estos ya hubo bastantes en el pasado, servidor incluido. Hice de Baltasar cuando Antonio Masip era alcalde y la carroza casi se carga el tendido eléctrico en la calle de los Pozos, pero la experiencia, la verdad, fue de lo más gratificante.
Hay emprendedores que nunca tirán la toalla y uno de ellos es el florista Manolo Secades que tras jubilarse al frente de una excelente floristería en al calle Cervantes acaba de pasar el testigo a su hija Covadonga quien en el mismo local -hoy abrió sus puertas- pone en marcha “La flor de Cervantes”. En breve le encargaré unas rosas para enviar a mi admirada hostelera Begoña de Santamaría y a su hija Carolina por dar lustre y esplendor a la calle de Félix Aramburu. No he revisado aún los pocos décimos que llevo pero me acojo a lo que amigos y conocidos me han estado diciendo a lo largo del día: Que haya salud. Y es que en este tiempo, pese a todo, de felicitaciones, no puedo por menos a copiar la que me envía mi colega allerano, el periodista Juan Manuel Sánchez Baizán, director en Asturias de la Fundación Sandra Ibarra de Solidaridad frente al cáncer. Un servidor, al igual que mi admirada comunicóloga he superado, al menos por el momento, la enfermedad, admira la labor de Sandra Ibarra, de su pareja, Juan Ramón Lucas, y de colegas como Sánchez Baizán cuya labor solidaridad con las personas dolientes y sus familias es verdaderamente impresionante. Dice así la felicitación navideña: Para los buenos momentos, gratitud; para los no tan buenos, esperanza, y para cada día, ilusión. Siendo solidarios, cambiamos el mundo. De corazón espero y deseo que así sea.