Pasion por el vino

Ayer tuve ocasión con una treintena de amigos de viajar a la localidad zamorana de Toro para visitar una de las bodegas más emblemáticas de la zona, Bodegas Fariña,  y conocer a su propietario Manolo Fariña y a su hijo, bodegueros que ya desde los tiempos de su padre, Salvador, fundador de la bodega hace 71 años, son un ejemplo de lo que es una empresa familiar con proyección internacional ya que no es balde los cinco millones de botellas que lanzan al mercado cada año -tinto, blanco, rosado- en gran parte son absorbidos por los mercados internacional, China incluída.

Castilla estaba ayer preciosa, en un día otoñal, sin nubes, con frío sano y unos colores de sus campos dignos de la paleta de Manolo Linares. La autopista del Huerna en perfecto estado pero, como siempre, tengo la sensación de que en ella se refleja la crisis de Asturias por el poco tráfico que observé tanto a la idea como a la vuelta. Espero que mañana la ministra de Fomento Ana Pastor, que viene a nuestra comunidad autónoma para presidir la inauguración del tramo Oturr-Villapedre lo haga desde Madrid por carretera y compruebe in situ cómo está la autopista de alta montaña, la del Huerna, de las mejores de nuestro país.

A las afueras de Toro se encuentra Bodegas Fariña cuyo distribuidor en Oviedo, Pepe Díaz, de la firma Vicol, salense destacado y antiguo presidente de la Asociación Provincial de Hostelería, hizo de jefe de la expedición con el salero y savoir faire que utiliza tan acertadamente con sus clientes, dándonos ocasión de conocer a este personaje, Manolo Fariña, quien tuvo el detalle, junto a su hijo, de departir con la expedición, en la que figuraba José Ramón García, alcalde de Ribera de Arriba, unas patatas con costilla que regadas con el vino 70 -una bodega, tres generaciones, 70 años de pasión por el vino- de su cosecha hizo que cargásemos las pilas para unos cuantos días. Las sencillas pero eficaces, por lo que pude comprobar, instalaciones de esta bodega castellana nos fueron explicadas por el director comercial Miguel de la Madrid, un vallisoletano que se lo sabe todo sobre cepas y elaboración del mosto. La denominación de vino de Toro cuenta con medio centenar de bodegas. Incluso el actor francés Gerard Depardieu tiene una y, como es notorio, se elabora un vino que ha mejorado tremendamente en los últimos 30 años, actualmente con gran aceptación, nacido en una tierra dura en donde, después de Almería, es donde menos llueve de España y con unas variaciones térmicas de la noche al día que pueden registrar diferencias de hasta 20 grados.

Manolo Fariña durante la comida me habló con pasión no solo de la bodega, cuyos vinos en Asturias tienen gran aceptación, sino también del esfuerzo familiar desde que la fundara su padre Salvador Fariña, un tendero de Sanabria que un día liquidó el negocio y se trasladó a Toro donde cosechó los primeros vinos que se empezó vendiendo en pequeñas jarras hasta la actual cosecha que, como digo, se traduce en cinco millones de botellas. Aquí, en Asturias, muchas empresas emblemáticas de carácter familiar están llegando a punto, inevitable en la vida, que es que sus cabezas visibles, en algunos casos incluso fundadores de la compañía, alcanzan ya edades elevadas lo que obliga a poner en marcha la sucesión familiar que no siempre es fácil. En el Principado contamos con una asociación de Empresa Familiar que preside el presidente del grupo cafetero CAFENTO Carlos Manuel Rodríguez, joven y emprendedor de éxito, siguiendo los pasos de su padre, fundador de Cafés El Gallego, y a quien varios grupos empresariales quisieran ver al frente de FADE el próximo enero pero no será posible porque no juega a ser candidato.

A Manolo Fariña le encontré animado y confiado ante el futuro, pese a la que está cayendo. Cuando un emprendedor tiene ilusión por lo que hace, ama el producto que fabrica – en este caso 70 años de pasión por el vino-, es algo que se percibe. Es lo que efectivamente percibí ayer en esta agradable visita a Toro, visita a la colegiata incluida. Con Manolo Fariña y su hijo hemos quedado emplazados en Asturias, concretamente en Bueño, en donde no solo podrá contemplar los centenarios hórreos del Pueblo Ejemplar de la Fundación Príncipe de Asturias sino también degustar una buena sidra. Hay que corresponder a su amabilidad castellana.



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