También Juan Bautista, que está sólo en la cárcel, tiene esperanza en Jesús, pero, para que venga a ajustar las cuentas a los descaminados. Y llega Jesús y le contesta con hechos que él no viene a poner un nuevo orden en la sociedad desde fuera, sino desde dentro, empezando por el corazón. Y nosotros, como Juan, no nos enteramos.
Y es que la esperanza de cambio que Jesús nos trae, nunca es un árbol crecido, es una semilla que crece sin ruido en cada corazón. Por eso, los curas, cuidamos esa semilla estando cerca de la gente abandonada, del débil, en esos pueblos pequeños, a los que ya no les queda casi esperanza para mantener vivas las promesas de Dios.
Y, en un descuido, se te cruzan los periodistas, Hidroeléctrica, y el recibo de la luz y parece que nuestro pequeño mundo se viene abajo. Los curas de aldea seguimos “contando a Jesús” para que no decaiga la esperanza. Pero lo que no entiendo es como mis colegas periodistas casi “nunca” cuentan, cómo a nuestra “buena gente” se la roban.