Insultos a Mandela

Los impresentables dictadores del planeta siguen vivos y  disfrutando sus transgresiones contra la libertad. Son una vergüenza, y Nelson Mandela debió retorciéndose en su ataúd ante esos cariacontecidos irreflexivos,   como si fueran palomas blancas, ramas de abeto o laurel.

El más hipócrita de estos autócratas presente  en Sudáfrica ha sido  Raúl Castro, tal vez esperando que la misma  expiración que pueda suceder en su hermanísimo Fidel en cualquier momento – si no está ya embalsamado - , tenga análogo homenaje mundial. 

 

Raúl aprovechó su perorata al héroe ido al decir que era "símbolo supremo de dignidad y consagración inclaudicable a la lucha revolucionaria por la libertad y la justicia, la reconciliación y la paz".

 

Las palabras del presidente a dedillo de la isla que se muerde la cola,  merecían una respuesta. Esta llegó en concisas palabras de Barack Obama: "Hay muchos líderes que muestran solidaridad ante la lucha de Mandela pero incapaces de liberan a su propio pueblo".

 

Hace unos pocos  años, un joven cubano nos había enviado  un mensaje adolorido. Acabábamos de ser expulsados de la isla caribeña tras haber escrito unas crónicas - ni malas ni buenas, sino andaduras de andar y ver en una Habana sombreada - y él muchacho se sintió obligado a explicarnos sus motivos para entender la vida en esa  mazmorra espeluznante.

 

 “¿Se puede entender esto? Sólo estando aquí, en la Cuba de las esperanzas rotas, el lugar más cercano al mismo infierno.”

 

  Los cubanos nacen con miedo, “y eso, llevado dentro del cuerpo,  no es fácil de arrancar. ¿Hacia donde vamos? Nadie lo sabe. Todos se quejan, pero explicarlo públicamente es un crimen de Estado”.

 

  El final de la  esquela era estremecedor: “Anhelamos  saber qué es ser libre; no para viajar, eso viene después, sino para opinar, creer, poder ser uno…”.

 

Recordamos  entonces que en El Malecón habanero, lugar de brisa y sal, cada cubano sueña con la esperanza. En el paseo,   alguien con una guitarra de tres cuerdas – la cuarta se hizo añicos  - desgarraba las notas de un viejo sóngoro cosongo de Nicolás Guillén: “¡Ay Cuba si te dijera, yo que te conozco tanto…!”

 

En las honras a Nelson Mandela hubo otras realidades que recordar. China, mazmorra inmensa, envió al vicepresidente Li Yuanchao al funeral;  antes, Pekín  dio una ordenó  infame: “los blogs que se aprovechen del funeral para atacar nuestros sistemas políticos y líderes estatales, han de ser inmediatamente borrados".

 

Pretoria, cual perrito faldero,  hizo igualmente  lo suyo  deseosa de no  molestar al gigante amarillo: negó el visado de entrada al país del  bienaventurado Dalai Lama.

 

Un manotazo más contra  Madiba.

 

Y al final otra perla: el Congreso de Nicaragua, mientras se daba golpes de pecho ante la muerte de Mandela, aprobó,  a la misma hora de las  exequias,  un proyecto de reforma constitucional que avala la reelección indefinida del  presidente  Daniel Ortega.

 

Así, sin tapujos y  lamentablemente,  se escribe la historia actual.

 



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