Me llama un amigo de Madrid, que está infiltrado en varios cenáculos políticos, para contarme el por qué el ministro de Educación, José Ignacio Wert, quiso sacar adelante, contra viento y marea, la polémica Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) con solo los votos del Partido Popular.
Unos días más tarde de votarse en el Congreso salían los datos del último informe PISA, en esta ocasión centrado en la comprensión lectora y la capacidad en ciencias y matemáticas de los estudiantes; y de ahí, del informe PISA, venían todas las prisas para sacar adelante y con rapidez la conocida para la posterioridad como "Ley Wert".
Parece ser que un día, cuando el ministro salía de la ducha tirando la toalla con un cierto desorden, preguntó a su amante pareja allí presente (a la sazón Secretaria de Estado de Educación, FP y Universidades y, por lo tanto, su segunda en el ministerio) si le veía con posibilidades de aprobar el informe PISA. Monserrat Gomendio le contestó -según transcendió en los cenáculos- que si tenía que ser objetiva, por lo que le venía escuchando en la cama en los últimos meses le aprobaría en comprensión lectora y en ciencias; pero por lo que veía "a toalla tirada" estaría muy por debajo de la media de los países consultados en matemáticas, y a más detalle en lo referente a longitud, peso y medida.
En ese momento el ministro Wert se vio obligado, por amor propio, a dar un impulso definitivo a la LOMCE, en contra de la opinión de todos los partidos de la oposición y de todas las "mareas verdes", para que en el próximo informe PISA se noten los resultados, empezando por las matemáticas. El, personalmente, se comprometió conMonserrat Gomendio en mejorar sus "modestas" capacidades. Y, por si acaso, a salir de la ducha con menos prepotencia y con la toalla a la cintura.
¿Y todavía vamos a seguir pensando que nuestros políticos gobiernan con la cabeza?