Vaya por delante que siempre guardé gran afecto a Pepe Cosmen, Don José, por un lado porque me brindó su amistad siendo yo un incipiente periodista, un guaje, profesionalmente hablando, y era claro que poco favor podia yo hacerle, mientras que siempre tuvo la mayor consideración conmigo. Ese lazo se reforzó en lo personal durante los años en los que, por mi amistad con muchos y queridos cangueses, entré a formar parte, como quien dice 'de adopción' del selecto club y cofradía gastronómica de los de 'Cangas en Oviedo', con una magífica sede en General Elorza en la que muchas mesadas concelebramos los socios, con Pepe y su hermano Manolo entre ellos, surgiendo de ello muchas conversaciones sobre mil y un asuntos que, como es lógico, versaban sobre Asturias en su mayoría.
Siendo estas líneas como son de recuerdo al amigo, más que al empresario de dimensión internacional y aunque ambos fueran indisolubles, preferí elegir algún aspecto de su personalidad que no de su actividad, ya que de ésta tienen los lectores en los medios informatios y en las hemerotecas kilómetros de texto a disposición. Pepe, cuyos viajes a distintos países del mundo eran constantes más que frecuentes, era un poco japonés en ese aspecto y gustaba de fijarse en los detalles y novedades, en las ideas exitosas, no sólo en lo concerniente a sus negocios, sino en todo aquello que en definitiva pudiera ser útil, para él o para otros. Hombre magníficamente organizado, aprovechaba las muchas horas de vuelo para anotar y diseccionar cuidadosamente esas novedades.
Como no podía ser menos, pronto reparó en la importancia del negocio turístico para muchas regiones y países del mundo, con lo que, perfecto conocedor de las maravillas de su Asturias sentida y querida, se convirtió en un comprometido defensor del potencial turístico del Principado y de la necesidad de su aprovechamiento. Tal es así que, si la memoria no me engaña por lo mucho que hablamos de este tema, a mediados de los setenta impulsó una asociación cívica llamada Fomento del Turismo Asturiano. Claro está que en una Comunidad aún dependiente del carbón y del acero aquí se oía hablar de turismo y se tiraba, sino de pistola, de fesoria, ante la posibilidad de que viniesen los madrileños a pisar los praos.
Traigo a colación esta pionera visión de Pepe sobre lo que hoy constituye una industria asentada porque, de haberlo escuchado la sociedad entonces se habrían ganado años y riqueza que ahora tanto se necesita. Y esa es la reflexión; la de su capacidad de anticipación al curso de los flujos económicos y la de su interés por muchas causas en las que, como en las culturales, nada tenía que ver el empresario y sí la persona.
Pepe, don José, emprendió, o reanuda, que nunca lo sabremos en vida terrenal, su viaje más largo. Como siempre fue hombre de gran visión en el tiempo, supo acopiar el tesoro más valioso para dejar a sus herederos: el de la amistad.
Pepe, amigo: Descansa en paz.