Acaban de cumplirse los dos años desde que el Partido Popular ganó las elecciones generales en base a un programa electoral fraudulento por haber sido redactado con el propósito de engañar a los votantes y en general a todos los españoles.
Y si el engaño fue su punto de partida, durante este bienio que se acaba de cumplir los mismos españoles hemos tenido que soportar, día tras día, la mayor sarta de mentiras con las que un gobierno de una democracia occidental haya menospreciado y vilipendiado a sus ciudadanos.
El presidente, Mariano Rajoy, ensimismado y ajeno a lo que pasa en la calle, dice, en la peor radio-televisión pública nacional desde tiempos de la dictadura - gracias, como no, al intervencionismo del PP a la hora de nombrar sus actuales responsables, después de depurar un equipo de profesionales de reconocido prestigio incluso más allá de nuestras fronteras-, que uno de sus objetivos es acabar su legislatura con menos paro del que heredó. Vamos a archivar ese propósito y esperar, en su momento, si la justicia le permite llegar al final del mandato, a ver qué bochornosos argumentos esgrime para justificar lo injustificable o, lo que es lo mismo: su incapacidad y la de su equipazo de imprescindibles.
No quisiera amargar la celebración, con ocasión del bienio triunfal, recordando los seis millones de parados a los que hay que añadir la emigración masiva de miles de jóvenes obligados a buscar alternativas laborables en el extranjero; ni recordar la pérdida dolorosa de las ayudas a las personas dependientes; ni mencionar los recortes en la sanidad y en la educación, el difícil acceso y encarecimiento de la justicia; tampoco hacer alusión al recorte en las pensiones, la reforma laboral esclavista, las privatizaciones interesadas, las ayudas a la banca usurera -cuarenta mil millones de euros irrecuperables-; y mucho menos recordar las manifestaciones y las protestas sociales -jamás hubo tanta gente, de pensamiento tan hetereogéneo, tan desencantada-; y, por último, tampoco quisiera recordar como antes de limpiar la basura política se pretende sacar de la chistera una nueva Ley de Seguridad Ciudadana precisamente para tapar la boca al populacho e impedir que nadie pueda señalar con el dedo a una buena parte de los culpables del citado desencanto ciudadano.
Mañana, alguien del Gobierno y del Partido Popular tendrá que dar una explicación, aunque sea ya en diferido, sobre las últimas informaciones facilitadas por el juez Ruz.Ojalá la comparecencia sea a primera hora para que, el resto del día, puedan lavarse las manos y seguir celebrando el Segundo Año Triunfal.