Las palabras del personaje Humbert iniciadas en el primer capítulo de la novela “Lolita” del ruso / americano Vladimir Nabokov, representan un peldaño empinado al encuentro de una raudal adolescente en la existencia de un hombre desencajado, y a su vez a lo que bien pudiera contener de apasionamiento su propia madeja o laberinto.
“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo-li-TA”.
Escrita en base a una sutileza derivada del deseo indisciplinado, el autor desnuda la fogosidad más vehemente y la empuja a la cima máxima, lugar donde ya no puede haber retorno quejumbroso.
A partir de ese tiempo inmemorial en la escritura, el nombre de Lolita pasó a representar a toda jovencita provocadora, etérea en su propia incógnita inocente, que logra seducir de modo ineludible a un hombre maduro al no poder dejar éste a tiempo su discernimiento hendido.
La evocación llega a nuestra memoria al reavivarse la imputación de que Nabokov pudo haber plagiado su Lolita de un periodista de radio alemán llamado Von Lichberg.
El articulista escribió en 1916 un breve relato de nombre “La Gioconda maldita”. Allí, en sus cortas páginas, cierto irreflexivo protagonista conoce a la joven Lolita – nombre netamente español – en un viaje a la ciudad de Almería.
En medio de tal interludio, los anhelantes 12 años de la pícara chiquilla, enredan la madeja y coloca a los críticos de Europa y Norteamérica a dudar de la creación sorprendente de Nabokov. Craso error pensamos.
La base de esa incertidumbre parece tener una mínima razón al haber vivido el ruso y el alemán varios años en el mismo barrio de Berlín – Nabokov hablaba perfectamente la lengua germana - quizás se conocieran, tramaran amistad y saliera a relucir en sus tertulias “La Gioconda maldita”.
Von Lichberg - de nombre Heinz von Schwege - hizo en 18 cuartillas un retrato de “Loti” cuyas pinceladas firmes y seguras expresan:
“Lolita, la hija de Severo, era muy joven, según nuestro concepto nórdico, y a sus sombreados ojos sureños acompañaba un extraño cabello con matices rojos y dorados. Su cuerpo era blando y flexible…”
Posiblemente esta historia contada sedujera a nuestro admirado novelista, y al ser Nabokov baluarte de una literatura portentosa, la niña/mujer quedara plasmada en su mente hasta seducir al inconmensurable tiempo literario.
Cada ser humano es un enigma insuperable, mientras la misteriosa naturaleza de la creación intelectual se va entregando paulatinamente a los inexplicables y heterogéneos arcanos.