Cuentan los medios que en este Halloween se han batido todos los cifras de disfraces de Obama y que se han contado por muchos miles los vampiros y brujas que abarrotaban las macrofiestas, celebradas en los Estados Unidos, con alusiones críticas a políticos republicanos y demócratas que han mantenido al país al borde del caos económico.
Por aquí ha habido de todo, incluida la vigilia en el Madrid-Arenas como recordatorio y repulsa a gestores públicos y privados. Un aviso que debe continuar.
En ambientes más recogidos, especialmente del entorno rural, han sido las típicas calabazas, en sus versiones fantasmagóricas, las que han destacado en sus críticas a políticos de todas las áreas.La gran calabaza, de última hora, al Gobierno del Principado no estaba en el programa festero sino e n el otro.
Un amagüesto en condiciones, puede ayudar a meditar, con cierta mala uva,a cerca de si este jolgorio de disfraces, calabazas, trucos, vampiros y brujas tiene semejanzas con los “akelarres” que con frecuencia montan los políticos en sus diversos foros, asambleas, congresos y parlamentos.
Julio Caro Baroja, uno de los últimos sabios del sigloXX, premio “Principe de Asturias”(1958), navarro insigne, especialmente estudioso de la brujería, en su conocida obra ”Las brujas y su mundo”,escribió: Se puede encontrar grandes semejanzas entre la bruja antigua y el político moderno, sea la que sea su filiación y el origen del poder. Al uno como a la otra se le atribuyen facultades muy superiores a las que en realidad tienen, son igualmente buscados en un momento de ilusión, defraudan de modo paralelo y en última instancia, los males de la sociedad se les atribuyen en bloque”.
Como es lógico Caro Baroja no hace ninguna distinción de género y, por lo
tanto, no cabe hacer comentarios con motivaciones sexistas, por que el escritor iba por otras intenciones y demostrando su escaso aprecio a la clase política no duda en afirmar: “ Si existiese la pena de la hoguera, los políticos serían los más sujetos a ella, en la misma medida que las brujas eran acusadas de embaucadoras y embusteras”. Para no merecer el calentamiento que equipara Don Julio, los políticos, por definición, tienen que ser servidores públicos y no al revés, utilizando a la gente como modus vivendi y medro personal.
El otro día un analista recordaba, con ironía, aquella desafortunada definición que calificaba a los políticos como “un bien de Estado”.Mas ajustado sería decir que si no mejoran en comportamiento de sobriedad, moderación y credibilidad no sería extraño que proliferasen las recomendaciones de castigo, similares a las que se aplicaron a las brujas.