“La moral del momento”

 

Hay quien piensa y no son pocos,  que la política consiste en sidra y tortilla, comidas, fotografía y moqueta, de ahí el éxito que han tenido y aún tienen las llamadas comidas de trabajo, a pesar que los resultados no son los deseados, pues a la vista están: paro, desahucios, excarcelaciones, miseria, desilusión, desesperación de muchos…Estas conductas han convertido a Asturias en un geriátrico, últimamente sin huéspedes, cuya principal fuente de ingresos es la pensión de los mayores.

Llevamos décadas sin planteamientos de altura, sin previsión del futuro, sin inversiones que garanticen el relevo generacional- y eso que hemos recibido millonarias cantidades de dinero en concepto de ayudas, fondos mineros…- y las consecuencias las padecemos todos, pero especialmente nuestros jóvenes. Durante estos años la única preocupación de nuestros gobernantes era el momento, lo actual, lo mío, y esa falta de generosidad se observa en muchos campos de la vida diaria, así en el escaso apoyo a la ciencia y eso que la Universidad de Oviedo está a la cabeza de las universidades españolas en investigación o por poner otro ejemplo quizás más evidente, en el descenso de la natalidad, cada vez somos menos asturianos en Asturias, -que parece seguir el dictado del célebre Segismundo calderoniano cuando dice “Que el mayor delito del hombre es haber nacido”-, que no garantiza el deseable relevo generacional, y es que la moral del momento ha sido y es una característica de la clase política de nuestro país y especialmente de la llamada izquierda política, que antes de buscar lo deseable, el progreso y el futuro de todos, examina la oportunidad, el momento, el rédito electoral.¿Quién aireó en las años ochenta las políticas antinatalistas que ahora padecemos? Y es esa misma moral del momento, de la oportunidad,  la que preside la indefinición de algunas fuerzas políticas en Cataluña con grave peligro para la unidad de España, por más que  Carmen Chacón reivindicara su españolismo en Almería no hace mucho, y también la que ha permitido recientemente, con el rechazo de todos, que terroristas y delincuentes de extrema peligrosidad  reduzcan sus penas.

Esa moral del momento se observa en la inoperancia y falta de previsión de algunos problemas y en su solución, lo que aún es más grave. En estos casi 40 años de Democracia tiene difícil explicación que el Gobierno de turno para conceder indultos tenga que basarse en normativa de últimos del s.XIX y principios del s.XX,. No tiene justificación que ante el desgarrador drama de los desahucios uno descubra que la normativa legal existente y aplicable, hasta que recientemente se modificó, se basaba en una legislación anticuada y obsoleta de principios del s.XX, o que uno conozca, a través de una sentencia actual, que nuestro ordenamiento jurídico es inoperante para combatir los injustificables y crueles delitos de terrorismo o de violencia social extrema.

Todo esto da pie a pensar en una dejadez interesada y negligente  de la clase política, que siempre antepone  “sus circunstancias” a lo necesario, aunque si he de ser sincero, unas fuerzas políticas más que de otras, y todo porque ha prevalecido más la maquinaria de partido que los intereses de la sociedad, de ahí el rechazo que tienen todos a la elaboración de una nueva ley electoral que satisfaga las peticiones justas del electorado, así la urgente necesidad  de las listas abiertas que evitaría los elevados índices de abstención que tiene y que va a tener, si no se evita, nuestro sistema electoral.

En los inicios de la Democracia, uno de los políticos de más prestigio del momento como D. Enrique Tierno Galván”, conocido cariñosamente como “el viejo profesor” o  Alcalde de Madrid, en uno de sus mejores debates parlamentarios en defensa de la abolición de la pena de muerte centro su argumentario en la siguiente frase:”El Estado se sostiene por la moral”. Reflexión que me viene a la cabeza  y que me da pie a preguntarme si la moral del Estado goza de buena salud o, a la vista de algunos hechos, si está muy quebrantada. Han pasado algunas décadas y me atrevo a pensar que la moral tal como la entendía el Sr. Tierno Galván es muy diferente de la llamada moral de la situación, de uso en la actualidad, donde por desgracia y en palabras del columnista y poeta Manuel Alcántara “el escándalo ya no escandaliza”.



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