La emoción ciudadana está con los nervios de punta. Como si no fuese doloroso afrontar seis millones de parados, índices de pobreza abrumadores, angustioso desempleo juvenil y corrupción generalizada, ahora nos machacan con cuestiones disparatadas, como el irresponsable secesionismo, las excarcelaciones de asesinos etarras y peligrosos delincuentes así como las huelgas y algaradas del sector educativo que por definición debiera ser ejemplo de moderación y dialogo.
No hay convivencia que aguante tanta crispación por uno u otro motivo. Puestos a encontrar alguna explicación, resulta inevitable echar una mirada atrás para saber si nosotros, la sociedad civil, hemos derivado hacia la locura o son otros, los lideres políticos, los que nos alteran.
Los últimos treinta o treinta y cinco años han sido los más brillantes de nuestra historia reciente. Nunca los españoles fuimos tan libres y disfrutamos de mayor prosperidad. Así de rotundo se expresa Emilio Lamo de Espinosa – posiblemente el sociólogo español de mayor autoridad académica- y añade:” Un país que en 1945 era el paria de Europa llega a ser la octava potencia económica mundial y un modelo político para los países emergentes”. Con total asentimiento se puede añadir que esto se consiguió por el propósito de la ciudadanía de hacer dos cosas: preocuparse del futuro , de nuestras familias, y no repetir las rencillas de nuestros padres.
Seguramente quienes no son habituales de las manifestaciones de cada día, recordarán aquel espíritu de cambio, solidaridad, esfuerzo diario y también de rechazo a los desafueros que se cometieron antes, durante y después de la Guerra Civil. Volcando todos los afanes en abrir ventanas y expulsar rencores. ¿Se acuerdan de los Pactos de la Moncloa?. Hasta los nacionalistas y los radicales de siempre eran más contenidos. La mayoría de la sociedad parecía ejercer el sentido común para propiciar el progreso y la concordia.
Pudiera pensarse que las generaciones de ahora se han divorciado de aquellos consensos que nos hicieron dar el salto cualitativo en lo político y en lo económico, pero es más probable que quienes han fomentado la intranquilidad generalizada, han sido aquellos políticos que decidieron dar la vuelta a los esquemas que estaban funcionando.
El revisionismo, el republicanismo cívico, la tendenciosa memoria histórica, los aprendices de brujo capaces de resucitar , casi siglo y medio después, el federalismo de la 1ª República ,incluido el cantonalismo, y el descubrimiento de Jumilla, Cartagena, Coria, Murcia, ect. como “Estados”, parecen haberse olvidado de mirar al futuro de tanto revolver el pasado mas infructuoso.
Las consecuencias del mal hacer de esa élite política, que nos ha tocado en este periodo ,no es solamente el daño emergente que sus políticas causan sino el lucro cesante, las oportunidades perdidas y que si continúan podemos perder todo.
¿Alguién se acuerda del “milagro español”? Fue verdad y obra de generaciones que ahora , en muchos casos, soportan la negra realidad de las descendientes. El “Estado del bienestar” no es un regalo de los políticos sino el resultado de la suma positiva del esfuerzo de todos y no puede sustituirse por la demagogia y la venta de humo.