Que bien te lo mereces, madre. 88 años de vida ejemplar, de sacar adelante una familia con cinco hijos, de bregar en aquella España dura, represora y reprimida, la Asturias, como la España, de la tienda de la esquina, del pàpel de estraza, de la lenteja de escoger, con más piedra que lenteja, y de la ingeniería financiera, doméstica pero ingente, aunque, afortunadamente para todos, por eso de ser Libra siempre se te dio bien. Con el respeto bien merecido, que Doña Pilar lo fue siempre para el médico, para el banquero, para el vecino, para el tendero. Mucha brega, en fin, codo a codo con Sandoval, que marchó antes que tú porque en Asturias suelen vivir más las mujeres y al que ahora, si hay algún cielo por ahí, que ojalá, podrás ver en el reencuentro para tomar un café bien negro, de pota y manga, con achicoria y buena charla, que es lo que se estila en las casas donde hay poco dinero, suficiente, pero sin excesos, y mucha cultura y mucha historia, de la general, sí, pero sobre todo de la buena, de la nuestra, de la de los asturianos.
Pero, como siempre dijiste, fuera tristeza. Alegría, que siempre te la produjeron, sobre todo, los éxitos, grandes o menudos, de cada uno de nosotros. Como lo fue para tí tener una generosa descendencia de niet@s y bisnietos.
Siempre recordamos tú y yo que nos fuimos a nacer al lado de casa, a esa Gota de Leche que ahora debe de ser un centro social, o cultural, o algo así, y en la que ya en la madrugada de un 5 de julio se produjo el milagro del nacimiento, porque, y más de una vez te lo dije, nuca dejará de sorprenderme que siendo tú más bien menuda trajeses al mundo un guajón de casi cinco quilos. Aún ayer, viéndote tan consumidina, y yo tan enorme, por comparación, seguía sorprendiéndome ello.
Bueno, Pilar. Si hay un allá, verás a los que se fueron antes que tú. Si no, aquí seguirás en el corazón de Arancha, de Maripili, de Rubén, de Xuan y de mí.
Un besu.