Si el CIS hiciese una encuesta de opinión sobre la Fiesta Nacional de España, el 12 de Octubre, un buen porcentaje tendría dudas para explicar su significado. Quizás un sector de mayores respondería que es una sustitución de la del 18 de Julio que estableció el régimen de Franco, con paga extraordinaria incluida. Los más jóvenes se aproximarían remitiendo al descubrimiento de América, la hazaña más importante de España de hace cinco siglos. Pocos añadirían que ya en 1935 la 2ª República estableció el 12 de Octubre como Fiesta de la Hispanidad y que fue en 1987 cuando se le cambió el nombre , designando el actual y con la justificación de que “la fecha elegida, el 12 de Octubre simboliza la efeméride histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los Reinos de España en una misma monarquía, inicia un periodo de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos”. Suena un poco rebuscada la explicación y queriendo contentar a los de siempre reticentes con la idea de España como Nación de todos.
Las fiestas conmemorativas con mayor asentimiento generalizado son aquellas que encuentran sus raíces en la tradición y buscan animar un sentimiento colectivo por encima de festejos locales, sean civiles o religiosos. También se utilizan como testimonio de ruptura con modos anteriores. La nuestra recurre a la historia patria de contenido universal.
Cuando los franceses celebran por todo lo alto, con desfile militar incluido, el 14 de Julio, recuerdan la toma de la Bastilla y el triunfo de la Revolución .Los italianos eligieron para su fiesta nacional el 2 de junio, recordatorio de la fecha ,que en 1946,un referéndum trajo la república después del fascismo monárquico. Los suizos vienen recordando el 1de Agosto, remitiéndose a 1291 cuando tres cantones firmaron un acuerdo de defensa y asistencia común, que al mantenerlo durante siglos, dio origen a la actual Confederación Helvética. Los ciudadanos del Reino Unido se dividen para celebraciones, así los ingleses y galeses escogieron a San Jorge y los escoceses optaron por San Andrés, pero suelen juntarse para brindar por la Reina con ocasión de sus cumpleaños. De la fiesta nacional de los EE.UU. lo sabemos todo gracias a las películas y como el 4 de julio, es una exhibición de orgullo patrio. Allí sería inconcebible que algunos congresistas fuesen tachados de “nazis” por asistir al desfile de la Quinta Avenida. Aquí acaba de suceder en el Parlamento de Cataluña, cuando diputados del PP y de Cs dijeron que irían a la Plaza de Cataluña a celebrar la Fiesta Nacional de España.
Mal estamos, muy mal, cuando la estancia de las fragatas de la marina española en el puerto de Barcelona se entiende como una provocación del nacionalismo español. Una afirmación sin sentido, no existe nacionalismo español porque es imposible crear una nación que ya existe desde al menos cinco siglos.
Son los otros, los independentistas catalanes y vascos, los que pretenden crear su nación, apoyando sus esfuerzos en toda clase de banderas, cánticos, festivales, algaradas y comprando pitos, con dinero público, para silbar los símbolos de España. Mientras los españoles constitucionales celebran discretamente la Fiesta Nacional de España, los “otros” oponen su Díada o el Día de la Patria Vasca llegando incluso a la agresión contra los símbolos constitucionales que ampara su propia legitimidad.
Quizás por ese convencimiento de que España está ahí siempre, hayamos desatendido fortalecer nuestra conexión histórica arrastrando complejos que vienen desde la Leyenda Negra, Fernando VII y la dictadura, que nos impide honrar con más frecuencia los símbolos de nuestra nación y naturalmente no tolerar los ultrajes de todos conocidos. Es estúpido no preservar los símbolos de todo lo que con tanto esfuerzo hemos conseguido juntos.