El señor Boehner, líder republicano de los Estados Unidos, empeñado al precio que sea en evitar el “Medicare”, que beneficiaría a millones de norteamericanos que viven en condiciones de gran precariedad, ha dicho que “esto no es un maldito juego”.
Es una maldita injusticia que su partido viene amparando desde hace más de 70 años (¡) en favor de los pingües beneficios de las aseguradoras. Y los que no pueden pagarse el seguro médico, que sufran y se mueran. “Se lo habrán merecido”, fue la lacónica y horrenda reacción de uno de los representantes de este partido que debería ahora no sólo recibir el rechazo de una mayoría estadounidense sino la repulsa generalizada de la humanidad que, desde hace tantos años, es testigo –y con frecuencia víctima- de una ideología despiadada, autocrática, excluyente y basada en el poder hegemónico de los Estados Unidos.
Para muestra, algunos “botones”: en 1919, después de la Primera Guerra Mundial, el Presidente Woodrow Wilson, horrorizado por el número de víctimas y por las condiciones de aquella terrible contienda, propone un “Convenio para la paz permanente”, y crea la Sociedad de Naciones y la Corte Internacional de Justicia… Pronto advirtieron al Presidente, sobre todo los fabricantes de armas, que su papel no era favorecer la paz mundial sino garantizar la seguridad de los Estados Unidos… ¡Y el Partido Republicano que le sucedió no autorizó que los Estados Unidos formara parte de la Sociedad de Naciones que el propio Presidente Wilson había creado!
En 1945, ya Harry Truman –era el momento de la solidaridad internacional, del Plan Marshall, de la cooperación, de com-partir, de “Nosotros, los pueblos…” en la Carta de las Naciones Unidas, de la promoción de la convivencia pacífica- intentó que se aprobara “Medicare”, de tal modo que a la solidaridad internacional correspondiera la intranacional. Fracasó.
Y luego fracasó Kennedy. Y luego Clinton. Ha sido necesario que llegara Obama para que, hábilmente, sagazmente, la Administración Federal lograra el objetivo social prioritario de la sanidad para todos, ya operativo en muchos países que no tienen una losa conservadora y clasista de esta naturaleza.
Pero no olvidemos –no debe olvidarlo la humanidad- que han sido los republicanos los que se han opuesto al reconocimiento de la Convención de los Derechos del Niño; los que no han permitido que se aprobara el derecho a la alimentación; los que situaron a la Organización Internacional del Comercio fuera del Sistema de las Naciones Unidas; los que no han suscrito el Tribunal Penal Internacional; los que debilitaron el Estado-nación y sustituyeron a las Naciones Unidas por grupos plutocráticos; los que –por codicia e irresponsabilidad- sustituyeron los valores por las leyes del mercado; los que han impedido que se avance en la regularización del consumo de drogas; los que han utilizado la fuerza, especialmente en Latinoamérica (Operación Cóndor); los que invadieron Irak basados en la mentira; los que sitúan en segundo término las apremiantes medidas relativas al medio ambiente; los que han llevado a los Estados Unidos a invertir ocho veces más en seguridad que cualquier otra potencia (unos 800 mil millones de dólares al año, seguidos de China con 100 mil millones); los que han preconizado la deslocalización productiva; los que han distribuido discrecionalmente el poder nuclear… y los que siguen empeñados, contando con acólitos tan perseverantes como desacreditados, en mantener el sistema neoliberal que sitúa a los mercados donde debe estar la gente y a los grupos oligárquicos (G7, G8, G20) donde deben estar unas Naciones Unidas refundadas.
“El maldito juego” del líder republicano Boehner debe terminarse. No sólo por la oposición radical de buena parte del pueblo norteamericano sino por un clamor popular mundial.
Los internautas representan ya un número mayor que el de la población china. El poder ciudadano comienza a ser una “gran potencia”. Ejerzámoslo.