Si aceptamos (véase Matt Ridley) que el elemento más diferenciador de la especie humana con respecto al resto es la capacidad de intercambio y la especialización de actividades, es decir, que el rasgo que nos hace ser la comunidad biológica más próspera y avanzada es nuestra conducta social, participativa, cooperativa, de mutua confianza. Es impensable que nuestros logros como especie se hubieran podido alcanzar desde el trabajo individual al margen del comercio, sin el desarrollo de empleos más y más especializados y sin una concepción cultural, es decir, acumulativa de la experiencia y el saber colectivos. Imaginemos que cada uno de nosotros tuviéramos que inventar, diseñar, desarrollar tecnológicamente y producir todas y cada una de las piezas y componentes del ordenador que estamos usando para leer este escrito. Es fácil trasladar este ejemplo a cualquier otro bien o servicio de los que utilizamos diariamente para darnos cuenta de lo imprescindible para el progreso y prosperidad humanos de la gran tarea colectiva que implica nuestro nivel de desarrollo.
Si, igualmente, aceptamos (véase Alfredo G. Colunga) que las fases de desarrollo económico y de progreso, son cíclicas, alternando las expansivas y las recesivas, definidas unas y otras por la percepción del acceso a la energía, que es imprescindible, en sus distintas variantes, para el desarrollo tanto de la vida biológica como de la social.
Mientras que la característica de las fases recesivas es la percepción de unas fuentes energéticas limitadas, lo que define las fases expansivas es, por el contrario, la percepción de unas fuentes de energía ilimitadas. Si percibimos la energía como ilimitada, el acceso a su consumo no implica competencia, por lo tanto, se promueven en estas fases la cooperación, la solidaridad, la creatividad, la investigación, el desarrollo tecnológico, la paz y, en definitiva, el progreso.
Es un hecho admitido que actualmente vivimos en un ciclo recesivo, pues la energía disponible se percibe como limitada, es escasa, cara y muy contaminante. Por lo tanto la competencia por su acceso genera valores sociales pesimistas, de pérdida de confianza colectiva, y si no cambiamos el ciclo probablemente nos avocará a más injusticia social, desigualdades inadmisibles, revoluciones sociales y quizá guerras.
Las premisas anteriores nos permiten pensar que está en nuestra mano cambiar la situación actual por otra en la que el progreso y la prosperidad sean un destino común. Depende, fundamentalmente, de la determinación de los líderes políticos, que tengan altura de miras y que sepan comprender las ventajas de esta empresa de carácter universal. Sería muy conveniente un mensaje conjunto de los gobernantes hablando de las fuentes de energía, con el objetivo claro y rotundo de plantear el acceso a energías de apariencia ilimitada. Aplazar este mensaje es aplazar el optimismo global. Para ello es previo que las democracias actuales se perfeccionen a fin de conseguir que esos políticos necesarios sean los elegidos.
El camino para encarar este futuro deseado pasa por acometer, con decisión y con aportación de todos los medios precisos, la magna tarea de desarrollar con ayuda de políticos, de científicos, de tecnólogos, también de profesionales de muchas especialidades: ingenieros, informáticos, economistas, por supuesto también de mineros, de médicos, todos los oficios, toda la experiencia y conocimiento acumulados serán necesarios para el gran objetivo: desarrollar una energía de apariencia ilimitada, accesible, barata y sostenible.
Se trata de seguir la vieja estrategia que nos ha hecho la especie más avanzada del planeta: aparear ideas, especializar nuestros trabajos y, sobre todo, intercambiar de un modo lo más justo posible todos los esfuerzos.
El gran reto requiere ilusión, confianza, y determinación. El objetivo merece tanto la pena, que, realmente no creo que en la actualidad haya ningún otro con tanta altura de miras y con una meta con premio más interesante.
No partimos de cero, sino que hay mucho camino andado. La Ciencia actualmente esta en un posición muy esperanzadora, pensemos, por ejemplo, en lo avanzado que esta el conocimiento de la energía de fusión, la que imita la producción energética del Sol. Falta la aportación de los medios necesarios y la implicación política y social convenientes, para que el objetivo se alcance en unos pocos años, menos cuanto más invirtamos en esta empresa común. Adelante, ánimo, empeño y esperanza, un próspero futuro nos aguarda, y un presente ilusionante. Nada une más, ni genera más valor que una gran tarea conjunta. Como ejemplo, pensemos en la década apasionante y las fantásticas consecuencias que supusieron el reto de la conquista del espacio, que acabaron llevando al hombre a la Luna.
Todo es posible, de nosotros depende.
4 comentarios
# Juan D. Responder
30/04/2012 12:45Idea genial. Me apunto
# Mónica Castro Responder
30/04/2012 14:23¡¡Allí estaremos!!
# Javier C. Responder
07/05/2012 23:30Alli estaremos toda la familia.
# veguin Responder
14/05/2012 11:25Ha sido una marcha encantadora acompañada con tanto público, felicidades para la organización.