Todos los curas lo repetimos con frecuencia: el cristianismo no es una teoría. Es una vida, un modo de vivir, de pensar, de actuar. Y toda vida, que es acción, exige un poco de descanso, de paz, de reflexión. Sin ellas la vida se vuelve alocada. Por eso los domingos, en nuestras comunidades cristianas, nos reunimos para celebrar la eucaristía y recuperar el estilo de vida cristiano.
Ya me gustaría a mi que fuera un tiempo de quietud, sereno, cordial, para llenarnos un poco de amor de Dios y de fraternidad. Eso debería ser la misa del domingo, "un tiempo de parada y fonda" para poner un poco de calma en la vida de fe. Pero la realidad es que nuestras eucaristías de los pueblos se parecen mucho, a la rápida y desatenta toma del "bocadillo" en las viejas estaciones de tren, porque nos espera una parroquia tras otra cada cinco kilómetros...
Los curas que tienen demasiadas parroquias necesitan algo más que decir cuatro o cinco misas, andar a carreras por los pueblos, o cumplir algo obligatorio. Necesitan que la eucaristía del domingo sepa a una reunión familiar con menos prisas para escuchar la Palabra, y algo más de paz para dar gracias a Dios por ese pan de vida que nos hace hermanos.