Se cumplen 12 años del 11-S, el ataque despiadado contra Estados Unidos, y aún hoy, lo que subsiste detrás de tanta muerte y destrucción apocalíptica son preguntas sin respuesta.
A partir de aquella mañana indescriptible, se han escrito docenas de libros analizando el suceso sin que ninguno de ellos llegue a una visión integral de lo sucedido, posiblemente no exista o se haya diluido entre otras muchas hasta convertirse en un hilo de Ariana.
Estamos leyendo – una vez más - un compendio de opiniones sobre el espeluznante hecho, y esas voces parten de Carlos Fuentes, Noam Chomsky, Fidel Castro (“Dios no es neutral”), Baltasar Garzón, Andrés Glucksman, José Saramago (“El factor Dios”), Alain Touraine, Pauk Virilio, Estanislado Zuleta y otros.
Dichos dictámenes forman un gambito de torres, la conocida jugada de apertura de ajedrez, en la que se sacrifica una pieza en aras de ganar posición. Los diestros en ese juego/arte saben que las torres no son piezas de apertura, por ello la irracionalidad contra los dos edificios de Nueva York.
Si queremos comprender la magnitud los ataques al World Trade Center, la opinión de Noam Chomsky, activista político y profesor del Instituto Tecnológico de Massachussets, difícilmente nos sacará de dudas. El buen americano experto en lingüística, autor de “Los guardianes de la libertad”, acusa a los inquilinos de la Casa Blanca anteriores a Barack Obama, de crear una anarquía igual a espesa capa de niebla extendida sobre el planeta.
En expresión de Chomsky - la idea es simplista - el abundante odio existente en el mundo árabe contra Washington, ha sido cosechado por los servicios de seguridad del Pentágono y el Departamento de Estado.
Esto pudiera ser cierto con algunas tesituras. Recordemos el afanoso apoyo a Saddam Hussein en la década de los ochenta, justo durante el período que cometió sus peores atrocidades, incluida la utilización de gases letales contra los kurdos.
También cínicamente se protegió a los musulmanes bosnios en los Balcanes y no precisamente por intereses estratégicos.
Sólo por citar dos casos precisos, sin olvidar que durante largo tiempo el ya asesinado violentamente, Bin Laden y la red de Al Qaeda fueron financiados y entrenados con dinero de la Agencia Central de Inteligencia.
De esa manera Washington ayudó a preparar el cuenco del fundamentalismo extremo.
A recuento de esos contactos entre el extremismo árabe y las fuerzas de seguridad de USA, los servicios secretos han mantenido una ambivalencia cuyas consecuencias ellos mismos están sufriendo ahora cara a Siria e Irán. Es sabido que algunos de los autores de los atentados de septiembre estaban ubicados, pero la CIA y FBI, a razón de intereses mutuos (los extremistas les servían en operaciones encubiertas en otras partes del mundo) miraron hacia otro lado.
Hace 12 años el mundo dejó de ser lo que era y nosotros, los de entonces, igualmente. Hay un antes y un después. Ahora sabemos que la pesadilla del Holocausto es real, y cualquier grupo fanático puede manejarla y llevarnos a la hecatombe más cruel.