Nirvanas lascivas

La prostitución viene de la insondable noche de los tiempos, y  con ella los valores económicos, sociales y sexuales de cada sociedad como una consecuencia  de una  las pasiones  que será imposible de erradicar al ser la pasión o deseo carnal esencia de la vivencial  del natural deseo  humano.

 

 En  dicho campo o catre  hirviente, los dogmas, credos o castigos eternales de poco han servido contra el deseo imparable de los seres de la alta noche convertidos en mariposas o luciérnagas del  amor a precio fijo. En dichos  encuentros no hay querencias furtiva y sí mucho olvido al ser un acto mercantil en el libro contable de la existencia misma.  

 

La motivación hacia el goce ofrecido puede ser laica o religiosa, y en todas las sociedades las rameras provienen  de estratos sociales bajos y oportunidades limitadas; alguna excepción a la regla existe, no obstante su cognición parte de otras muy distintas raíces.

 

Leyendo la novela “Pompeya” de Robert Harris, en la que se recogen  con fidelidad las 48 horas de la destrucción a cuenta de la furia del Vesubio de la “perla de la bahía de Nápoles”, el “thriller” dedicado al erotismo pompeyano es reflejo fidedigno de una urbe de buscones y de sus renovadas destrezas sexuales.

 

Lo primero que el viajero ve, siente y hasta toca en la ciudad tapiada por la lava, no  es   su aire de humedad marina, sino la presencia de mancebías en la mayoría de las calles, ya que la barbacana metrópoli, una de las  más activas del imperio romano, estaba   ofrendada a Venus, la diosa del amor.

 

“Si quieres un buen revolcón, Pompeya es el lugar indicado: ¡nueve burdeles!”, expresa un personaje de la novela de Harris.

 

 Históricamente, los viajes y la permutación de favores sexuales  han ido siempre de la mano.

 

Cada población, de una forma u otra, a plena luz del día o en la florescencia de la noche, cuentan con  su “barrio de bulbos rubicundos”, y eso se hace como un servicio  social más, al ser  el placer, igual al dolor, la sonrisa y la muerte, patrimonio característico de nuestra condición de carne y hueso.

 

Habrá quien diga que la explotación   de ese meretricio, más que extinguirse se ha refinado; lo mismo el uso y abuso de menores de edad.

 

Son frecuentes los  desplazamientos a los países donde los niños son ofrecidos cual plato afrodisíaco, bajo la idea errónea de estar practicando sexo seguro,  al tener esos pequeñuelos menos posibilidades, a esa edad,  de estar infectados de  enfermedades venéreas.

 

En Ámsterdam  existe -  creemos -  el único museo del mundo dedicado al sexualidad placentera. Todo el regodeo inventado por el ser humano, está allí.  Sorprendente es ver lo que la imaginación ha derrochado en ese labrantío y es que,  en  la vida cotidiana, la cópula  desarrolla un papel muy enfatizado en sus  aspectos ardorosos, yendo con creces   mucho más allá de la simple procreación y de su  entorno benéfico.

 

Don Francisco de Quevedo lo dice:

 

“Volvióse en bolsa Júpiter severo;

 

Levantóse las faldas la doncella

por recogerle en lluvia de dinero”.



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