Si grave es la destrucción de pruebas en una instrucción judicial iniciada ya hace demasiado tiempo, más grave y condenable es la tomadura de pelo y el desprecio con el que la cúpula del Partido Popular y miembros del Gobierno de la nación están trantando a los ciudadanos y por ende a la justicia y a la propia democracia.
No es de recibo que, ante asuntos de tanta gravedad, la oposición no se una en una sola voz para pedir explicaciones definitivas y finalizar este calvario de fraude y mentiras insoportables.
La desaparición de los discos duros de los ordenadores de Bárcenas -que estaban custodiados por el Partido Popular- es la confirmación de lo que ya era evidente: todo está corrupto. Pero querer transmitir, como lo hizo Cospedal, Sáenz de Santamaría y Floriano, que dicha desaparición fue consecuencia de la aplicación de un protocolo habitual, es la confirmación, una vez más, de la degeneración de al menos una parte de la clase política.
Al Partido Popular, en este caso, habría que formatearle su propio disco duro para que comprobase de una vez lo peligroso que puede ser para un país que el propio Partido del Gobierno -con mayoría absoluta- juegue con la democracia. ¿O es que Rajoy y los suyos pretenden que a quien haya que formatear, según sus intereses, sea a la propia democracia?.