Amores y gastos del verano, por separado

Agosto toca a su fin y el tiempo del estío se va como un suspiro. Las hojas del calendario se caen y otro curso se cola sin permiso alguno, reclamando su status. Profesores, escolares retoman su actividad. Los padres braman contra los gastos, uniformes, matriculas, libros y otros atropellos. Las terrazas llenas de glamour las ven lejanas, como utopías de una noche de verano. Ahora, chocan contra la realidad. Todo es efímero, observan sus cuerpos color cangrejo y lo que antes era un guiño al sol y de felicidad plena...ahora, es un lastre de penitencia.
Cuando se acercan al banco a poner al día su libreta, se les tuerce no solo el ceño sino hasta les dan ganas de llorar. Los números han menguado y el dinero de plástico que parecía que con solo firmar era suficiente para salir del restaurante. De repente todos los menús, combinados y regalitos, se presentan como una pesadilla. Repasan los resguardos - no, es posible - tanto gasto. Reproches, golpes en el pecho de arrepentimiento, de que el próximo verano no va pasar. Mas control. Siempre sin darse cuenta entra uno en la ruleta del juego de las vacaciones. Nada digo, nada escribo que no sea común a todos. El venidero será como éste que ya forma parte de la historia de cada uno de nosotros. Hay que mirar las fotos con optimismo, los gastos como inevitables y las cenas a la sombra de la luna como algo para recordar eternamente.
Siempre se dijo que los matrimonios durante el verano afianzan sus vínculos ( a mas tiempo juntos = mas unión ), las parejas aún sin atar se entregan sin temor alguno. Y los singles buscan o disparan en todas las direcciones. Nadie pierde. Las vacaciones, el no dar un palo al agua y los amores...son propios de esta época. La felicidad no es cosa de números. Ahora, cada cual que cuente dónde estuvo. Bendito tiempo de vagancia.



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