A mi amigo Miguel, el cura que ahora atiende Tazones, le he dicho que los curas somos como un vaso de sidra. Solamente instrumentos. Yo cuando bebo un vaso de sidra digo que bebo un vaso de sidra, pero en realidad lo que bebo no es el vaso, sino la sidra. El vaso es algo que es útil para beber la sidra, ya que sin él, la sidra se habría derramado. Pero, una vez cumplido su cometido, lo dejo al lado porque su misión ha terminado.
Nosotros solamente somos ese instrumento humano para que Dios se haga presente entre los hombres. Y gracias a nuestro humilde servicio, la gente se acerca a Dios en la misa del domingo, acercamos a los niños a Jesús y se perdonan los pecados de los hombres. Ya sé que somos un poco mediocres, pero Dios sigue viniendo cada mañana a nuestras manos para perdonar y consolar a los que se acercan a nosotros.
En estos tiempos que el mundo rural huye a las ciudades, los curas de pueblo siguen ahí, cuidando a la gente, con la sola compañía de la soledad, con unos sueldos humildes, con escasos medios materiales, pero gozosos de estar con la gente y ayudarla. Ahora estamos en tiempos "recios", por eso no hay que perder la paz y ser como el pan, el agua y el sol, sencillos, para que Dios siga con nosotros. Y, cuando llegue la hora, irnos sin darnos importancia.