Al gobierno militar de Egipto la organización Hermanos Musulmanes lo está llevando a un callejón sin salida mientras el ex presidente Mohamed Morsi siga detenido por diversas razones. La principal es que el primer Jefe de Estado nombrado en las urnas en la historia del país, no ha sabido ser, antes que político, un estadista.
Uno de los grandes entendidos de los problemas, Shoshana Bryen - experto en Oriente Medio – ha dicho que el diálogo de los militares se ha visto enfrentado permanentemente contra sectores que no puede controlar si no es por la fuerza de las balas.
La causa tiene una pregunta peliaguda: ¿cómo se moderniza a una organización cuyo credo es: Alá es nuestro objetivo, el Corán es nuestra ley, el Profeta es nuestro líder, la yihad es nuestro camino y la muerte por Alá es la más alta de nuestras aspiraciones?
Nadie hoy lo duda: Los Hermanos Musulmanes nacieron en la violencia y conocen el valor de la violencia y del martirio. Morir por Alá es vivir entre las hurís del profeta.
La esperada entrada en la sitiada Ciudad Náser llegó al punto más álgido y trágico el miércoles, y ha seguido ayer. Los muertos se cuentan por docenas entre los dos bandos. La sangre ha corrido con la furia de un huracán.
Las noticias siempre son confusas. Depende del bando, pero aún siendo tal vez menos los muertos y heridos, el balance es dramático y doloroso.
El Gobierno ha decretado el toque de queda en El Cairo y varias provincias. El Ministerio de Sanidad cifra en 278 los muertos, 43 de ellos policías, y 1.400 los heridos en el desalojo de las acampadas y enfrentamientos posteriores. Los Hermanos Musulmanes elevan la cifra de los fallecidos a 600.
Otro lamentable hecho es que el Nobel de la Paz y vicepresidente de Exteriores, El Baradei, ha dimitido. Se recuerda que el estado de emergencia estuvo vigente 30 años bajo el mandato de Mubarak. ¿Cuánto podrá durar ahora?
Bien esta recordar, que una buena parte del islamismo actual es incongruente con dos factores básicos de la humanidad: la libertad y la vida. Esa religión no ha evolucionado, se ha quedado anclada, y el fanatismo la ha recubierto de una membrana impenetrable.
Tuvo, al final de la vida de Mahoma y en los primeros dos siglos después, extraordinarios pensadores, filósofos renombrados. En la actualidad, por miedo, impera más el silencio que el dialogo constructivo y abierto.
Cuando el Papa Benedicto XVI, en un discurso en el que condenaba la “irracionalidad” de “la difusión de la fe mediante la violencia” de la 'yijad' (guerra santa) del Islam, gobiernos, organizaciones religiosas y ciudadanos musulmanes de todo el mundo reaccionaron contra su palabras.
Su Santidad, actualmente en retiro, no dijo falsedades. Solamente hace falta mirar a la mayoría de las naciones musulmanas de hoy, y ver el doliente panorama.