Ventarrones de la primavera árabe

El cataclismo político que sacude en estos momentos a buena parte de las sociedades de origen árabe en Medio Oriente y África, conocido como "La Primavera Árabe", parece ser el resultado de los efectos de una crisis estructural más profunda del capitalismo, que después de la desaparición del bloque socialista (a final de la década de los ochenta), este sistema no alcanza a tener efectividad con las tímidas reformas institucionales introducidas en los países íconos en los ámbitos político, económico y social, con el fin de satisfacer las más elementales necesidades humanas .

La insatisfacción de las sociedades, de mayor libertad y participación en la gobernanza, educación y salud, es lo que ha desencadenado la llamada Primavera Árabe y, en Túnez, la Revolución del Jazmín. Ni siquiera eso: educación y salud, calidad de vida, se ha logrado para centenares de millones en el mundo, generando esta reacción popular, manejada estratégicamente por las redes sociales, en el plano mediático, no así político.

Si bien el final del siglo XX, y en esta primera década del XXl, la humanidad experimentó avances significativos en la innovación tecnológica, especialmente en las áreas de la comunicación y la información, miles de millones de personas en el planeta viven ignorando la existencia de esos cambios. El impacto que esos inventos tecnológicos, y el real efecto positivo que provocan en la vida del ser humano, solo toca a una parte ínfima de los más de 6 mil millones de habitantes que pueblan el planeta.

Para colmo de males, Los organismos multilaterales de toma de decisiones surgidos en la Conferencia Monetaria en el complejo hotelero Bretton Woods, en Nueva Hampshire, se perciben anacrónicos y poco efectivos para ejecutar programas más eficaces, y ponerse a tono con las circunstancias en la tomar decisiones políticas, a los fines de que las poblaciones vulnerables reciban las medicinas antes de que la enfermedad los mate.

El capitalismo como sistema político, en su modelo de democracia representativa, ha dado muestras de satisfacer al ser humano en lo relativo a la libertad; pero en ese camino de apertura y participación, muchas naciones quedaron rezagadas, a pesar de que hace más de cuatro décadas que las dictaduras en el hemisferio occidental y Europa pasaron a ser cosas del pasado.

Entre las naciones rezagadas se encuentran no pocas del mundo árabe, en las que la libertad, la participación de la gente en las decisiones políticas, el acceso a los servicios básicos, salud y educación, y la discriminación forman parte de un sistema político, asociado a patrones de índole cultural y religioso, que más que progreso representan atraso.

Las democracias, en buena parte de estos países, apenas funciona. Regímenes autocráticos gobiernan por tiempo indefinido a millones de seres humanos que deambulan en medio de las tormentas de arena que soplan en los interminables desiertos del Medio Oriente. Las riquezas naturales de esos países sirven para engordar a una elite política que gobierna, mientras millones de personas viven en la más abyecta miseria. El desarrollo tecnológico, si ha llegado, solo está al alcance de una parte de la población, mientras una mayoría languidece y ve pasar sus días como nómadas del desierto.

Mientras el mundo observa la falta de pan y libertad en el mediano y lejano oriente, un ventarrón económico sopla en las economías de los países más desarrollados del sistema capitalista mundial. Estados Unidos, por un lado, cruza los dedos para que su economía, sacudida por una de las peores crisis después de la Gran Depresión de 1929, siga creciendo tímidamente, a los fines de que los países satélites tomen oxígeno y sus presupuestos se puedan estabilizar para hacer frente a las múltiples demandas sociales.

La Unión Europea, la gran zona económica del planeta, pasa en estos momentos por una etapa de turbulencia sin precedentes que le convierte en una olla de presión sin válvula de seguridad, como reflejo de la crisis financiera de Estados Unidos que, a su vez, ha derivado en una gran contracción, desde hace cuatro años, y que, como efecto contagioso, enfermó a las demás economías del mundo.

Esta crisis, que pudiera catalogarse como cíclica teniendo al mundo como testigo, presenta rasgos que la hacen percibir como diferente, pues es mucho más grave y profunda que las anteriores, con la diferencia de que las dos últimas culminaron con guerras mundiales.

El pesimismo que se advierte en las palabras y gestos de los líderes de Medio Oriente, protagonistas de primera fila de los conflictos políticos de los últimos años en la zona, pudiera tener sus raíces, sin que algunos lo adviertan, en la combinación de la crisis estructural del capitalismo de la que hemos venido hablando, y al injusto sistema económico-financiero que parió esta Gran Contracción que se respira en todo el planeta.

Aunque hay una corriente de economistas y políticos que sostiene que las cosas se están haciendo mejor que antes en el plano económico porque se ha aprendido de los errores del pasado, no cabe dudas de que "algo huele mal en Dinamarca". Nadie hablaba, hace cinco años, de la precipitación de una Contracción como la que se vive hoy. Sin embargo, el batacazo llegó y sus efectos nos afectan a todos con impactos distintos.

Una cosa si está clara de esta crisis: es la enorme capacidad de contagio que ha tenido, como son todos los problemas que surgen actualmente en este mundo global. España, Grecia, Irlanda, Islandia, Reino Unido, Portugal, Polonia y Francia, son países que tienen que hacer grandes esfuerzos para equilibrar su deuda y el desempeño de su economía. Lo de Grecia es antológico: además de los 340 mil millones de euros de su deuda, hay problemas políticos que pudieran obstaculizar el "salvataje" o salvamento. Por esa razón, la ex ministra francesa de finanzas, aspirante al puesto de presidenta del Fondo Monetario Internacional, la francesa Christina Lagarde, se adelanta a decir que no será indulgente con los líderes europeos. Ese mismo organismo, el que aspira a dirigir la señora Lagarde, es el que coloca a Grecia y a otras economías del mundo el cuchillo en el cuello para que acaten sus recetas.

Cuando la señora Lagarde refiere que "no pasará ni una a los líderes europeos" está advirtiendo que no recurrirá a prácticas concesionarias de favores a economías europeas cuyas finanzas no fueron manejadas adecuadamente, por lo que hoy se hunden. Los fondos de los ciudadanos ahorrantes son los que en última instancia pagan las habas que otro se comió.

La Primavera Árabe es una consecuencia del cambio climático en el orden político, reflejo de la obsolescencia de mecanismos institucionales y económicos del sistema capitalista, cuyo agotamiento es perceptible, de manera que si no hay cambios profundos podrían desencadenar en otras primaveras.

 

*(Director Prensa Presidencia República Dominicana)



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